Sr. Director:
Prácticamente cada semana surge un escándalo informativo en relación con la ética y credibilidad de algún miembro del actual Gobierno progresista feminista. Muchos comentaristas políticos atribuyen tan lamentable situación al propio presidente Sánchez, que habría puesto un listón excesivamente elevado sobre la ética exigible a su Gobierno; un listón que muy pocos podrían superar. Y esto podría interpretarse como que el propio Pedro Sánchez mantuviera también un muy elevado listón ético en su propio entorno personal... Pero cuando vamos conociendo sus “antecedentes doctorales”, e incluso las irregularidades en la titulación curricular con que se presentaba su esposa, tiemblan los palos que sostenían el sombrajo del supuesto listón ético de Pedro Sánchez. Porque no es que él se hubiera impuesto una elevadísima exigencia ética, no. Su listón se debe a la ceguera que produce la percepción de la realidad desde la asunción de unos principios tan burdos como sesgados: “Los otros son los corruptos, los míos no”; “Es bueno rebuscar en el pasado de los contrarios para desacreditarles, pero si se le hace a los míos, es una caza de brujas (y brujos)”; etc. Todo se reduce a eso.