Un mes después de la invasión rusa de Ucrania, el Papa convocaba a la Iglesia en todo el mundo para poner en manos de la Virgen María los sufrimientos de esta guerra terrible, y el empeño de conseguir la paz basada en la justicia. Niños, jóvenes, mujeres, adultos y ancianos, son víctimas del horror en el que la guerra ha sumido a Ucrania. Es una guerra que, además, compromete la paz mundial. En este contexto dramático, la Iglesia acude a la madre de Jesús, a la Virgen María, para encomendarle a la humanidad entera, con especial atención a Ucrania, y a Rusia.
La festividad de la Anunciación fue una jornada de penitencia y de oración, como explicaba el Papa en una carta dirigida a todos los obispos del mundo, en la que pedía que todas las iglesias locales de norte a sur y de este a oeste vivan como una única Iglesia este acto comunitario y público de oración. Me parece oportuno seguir haciendo actos, públicos y privados, como aquel, puesto que Rusia no parece estar dispuesta a reconocer ni a ceder.