Está de moda decir que la moral no es objetiva, que cada uno tiene la suya. Y lo mismo pasa con las tres categorías morales de bien, verdad y belleza. Ninguna es objetivable. Pero resulta que, a la postre, el hombre necesita objetivarlo todo, sobre todo la moral. Por eso, los partidos políticos han decidido que la única inmoralidad consiste en meter la mano en la caja pública. Y claro, resulta que se trata, precisamente, de una de las normas más difíciles de objetivar porque estamos hablando de dinero público, de dinero de todos, frontera difusa para el juicio. En plata: que en las constantes acusaciones cruzadas por parte de los políticos sobre actitudes corruptas hay mucha hipocresía... y poca ecuanimidad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com