No son palabras mías, que conste, sino del gran Chesterton: en efecto, la cortesía es la unión entre la humildad y la dignidad. Pero con esa capacidad de la modernidad para invertir (no, no me refiero a los gays) todos los conceptos nobles, la modernidad considera que la cortesía es una forma de machismo e hipocresía en ellos y de mojigatería en ellas, amén de una prueba de debilidad en ambos. Y si algo odia el mundo moderno es la debilidad. Por supuesto, se trata justamente de lo contrario. Hay que ser muy valiente para ser cortés, porque hay que tener mucho coraje para ser humilde y para comportarse con dignidad respetando la dignidad del otro. Lo fácil ante una bofetada es responder con otra bofetada. Lo difícil es derrotar al poderoso sin violencia, con la palabra. Y por eso sucede que la patada, muy poco cortés, de Valentino Rossi (en la imagen) a Marc Márquez o el insulto de Javier Mascherano al juez de línea, han encontrado inesperados defensores en la opinión pública. Ojo, no de crítica al descortés Rossi o al injurioso Mascherano, sino a aquellos organismos que han osado recriminarles su acción. Lógico. Hemos perdido la cortesía. Es pérdida grave. Hispanidad redaccion@hispanidad.com