La CEE señaló que la actual ley de educación “no nació de un pacto educativo” y “la urgente tramitación, en tiempo de pandemia y en estado de alarma, impidió una adecuada participación de toda la comunidad educativa”
La Conferencia Episcopal Española cumple 50 años. Eso significa que es el momento idóneo para prejubilarla.
Nada de extrañar, las grandes empresas están prejubilando a los 52 y las estructuras eclesiásticas no deben quedarse atrás.
Piénsenlo: ¿para qué necesitamos un organismo burocrático, una institución, de la jerarquía? ¿Para acordar con el Estado? La verdad es que cuanto menos acuerden mejor, lo idóneo es que cada uno vaya por su lado.
Además, hemos estado 1970 años sin conferencias episcopales. Cuando el Gobierno quería algo de la Iglesia contactaba con el arzobispo primado de España, con sede en Toledo, y ya está.
Además, a Cristo las instituciones parecen importarle muy poco: le preocupan mucho más las personas, cada persona.
Y también, el esquema eclesial se resume en una figura clave, que es el obispo rey absoluto en su diócesis y en otro gozne, que es el Papa, obispo de Roma, por encima de todos ellos. Fin de la cita.
Sí, prejubilemos a la Conferencia Episcopal y vendamos sus activos para dárselos a los pobres, sean impecunes materiales o pobres de espíritu. Estos últimos necesitan mucho más… de todo. Además, es un colectivo cuantitativamente importante.
Y todo esto nos lleva la cuestión de fondo: ¿por qué no se entienden Estado e Iglesia? Por el aforismo teológico que hunde sus raíces en la historia: la justicia proviene del amor y el Estado bastante tiene con aplicar la justicia: lo del amor le viene demasiado grande. Así que Iglesia y Estado hablan dos lenguajes distintos.
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