Ni Satanás, ni ninguno de sus secuaces, podrán derrotar a la Cruz. Las apariencias externas pueden indicar que lo van a conseguir, porque cuando han profanado la base sobre la que se levanta, los que tenían que haberlo impedido, impulsados por su cobardía han huido, e incluso ha habido un traidor, que se ha prestado a representar el papel de Judas, a cambio de unas monedas de prestigio humano.

Pero como sucedió hace dos mil años, el abandono de la Cruz no ha sido total. Ni entonces ni ahora Jesucristo se ha bajado de ella y sigue abrazado amorosamente al madero, para seguir redimiéndonos. Juan no huyó, y como entonces tampoco ha huido ahora, representado por la comunidad de los Benedictinos del Valle de los Caídos, a cuya cabeza está ese sacerdote de Dios que se llama Santiago Cantera. Y con los dos, con Jesús y con Juan, está Ella, Santa María, la Madre de Jesús que desde que nos la dio en el Calvario también es Madre nuestra, y por eso no ha querido abandonar ni a Jesús, ni a Juan, ni a los Benedictinos del Valle de los Caídos, ni a Santiago Cantera, ni a España, porque nuestra patria es suya, porque España es Tierra de María. Y España ha sido la nación que más ha sobresalido en la defensa de uno de los dogmas marianos, el de la Inmaculada.

Pues bien, hoy se celebra la solemnidad de la Inmaculada Concepción, que es el tercero de los dogmas marianos proclamados en el tiempo. Con estas palabras lo definió el beato Pío IX (1846-1878) en la Bula Ineffabilis Deus, el 8 de diciembre de 1854: “Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra: declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano. Por lo cual, si algunos presumieren sentir en su corazón contra los que Nos hemos definido, que Dios no lo permita, tengan entendido y sepan además que se condenan por su propia sentencia, que han naufragado en la fe, y que se han separado de la unidad de la Iglesia, y que además, si osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho”.

Por la defensa que hizo España de la Inmaculada durante siglos, antes de que se proclamase el dogma, el beato papa Pío IX decidió colocar el monumento a la Inmaculada en la plaza de España en Roma

Por la defensa que hizo España de la Inmaculada durante siglos, antes de que se proclamase el dogma, el beato papa Pío IX decidió colocar el monumento a la Inmaculada en la plaza de España en Roma. Decisión que adoptó cuando el Sumo Pontífice todavía era soberano de la capital de los Estados Pontificios, antes de que culminara la unificación italiana, con la invasión de Roma por el general Rafaele Cadorna (1815-1897), tras entrar a la Ciudad Eterna a través de las ruinas -por la Brecia di Porta Pia, mil veces representada en cuadros y litografías- provocadas por el cañonazo que le atizó a la muralla el artillero Luigi Pelloux (1839-1924), cuando bien lo podía haber hecho a paso normal por la puerta de la ciudad, que estaba al lado, a pocos metros, expedita y sin nadie que la defendiera. Pero el ardor guerrero de los unionistas italianos era así de teatral... ¡No tienen remedio!

La Plaza de España, donde se erigió el monumento de la Inmaculada, recibió este nombre, porque en ella se levantó el Palazzo di Spagna, que desde 1647 alberga la embajada de España ante la Santa Sede, así como la embajada de España ante la Soberana Orden de Malta y también las Obras Pías de los Establecimientos Españoles en Italia, de las que el embajador de España es gobernador. Como es sabido, es otro edificio distinto el de la embajada española ante la República de Italia, como es el Palacio Borghese.

Y son tantas las manifestaciones en las que España aparece ligada a la Inmaculada, que ante la imposibilidad de citarlas todas, mencionaré solo algunas de ellas, ni siquiera todas la importantes.

La Inmaculada se ganó con creces ser nombrada patrona de la Infantería española, por el muy documentado milagro de Empel

La Inmaculada se ganó con creces ser nombrada patrona de la Infantería española, por el muy documentado milagro de Empel. El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla (1541-1610), conde de Puñonrostro, combatía en la isla de Bommel, en Países Bajos, y el Tercio fue bloqueado por la escuadra holandesa. Sus adversarios rompieron los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. No quedó más tierra firme que el pequeño montículo de Empel. Bobadilla mandó cavar trincheras y fue entonces cuando uno de los soldados encontró enterrada una tabla, en la que se representaba la imagen de María Inmaculada.

Los infantes españoles interpretaron el hallazgo como una señal del Cielo y se encomendaron a la Virgen. La noche del 7 al 8 de diciembre, en un territorio donde el termómetro nunca baja de los dos grados bajo cero, ese noche descendió hasta 20 grados bajo cero, lo que provocó que se helaran las aguas del río Mosa, formando en muy pocas horas un espesor de hielo de 12 metros de profundidad. Los españoles pudieron romper el bloqueo, marcharon sobre el hielo, atacaron a la escuadra enemiga al amanecer del 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Hohenlohe-Neuenstein llegó a decir: “Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”.

En 1530 la Universidad de Valencia fue la primera en nuestra patria en la que sus claustrales prestaron el juramento inmaculista, a la que siguieron el resto de las universidades españolas

Nosotros, los universitarios, tenemos desde hace siglos una tradición de defensa de la Inmaculada. En verdad, fue la Universidad de París la primera, en 1496, en incluir en sus estatutos el compromiso de jurar, votar y defender perpetuamente el misterio de la Inmaculada. Y fue en este claustro precisamente, donde Duns Scoto (1266-1308) defendió con brillantez esta doctrina, mediante sus argumentos resumidos en estas cuatro palabras: potuit, decuitergo fecit (Podía, convenía, luego Dios lo hizo). Y en 1530 la Universidad de Valencia fue la primera en nuestra patria en la que sus claustrales prestaron el juramento inmaculista, a la que siguieron el resto de las universidades españolas.

La Inmaculada ha inspirado a numerosos artistas, entre los destaca muy por encima de todos Murillo (1618-1682). La discusión de la prerrogativa de la Inmaculada entre franciscanos y dominicos había provocado hasta serios altercados en la ciudad de Sevilla. En la época de Murillo cesaron estos enfrentamientos con triunfo de los inmaculistas, hasta el punto que las autoridades sevillanas recurrieron al rey Felipe IV (1621-1640) para que solicitara del papa la proclamación del dogma de la Inmaculada. No consiguió su propósito el monarca español, pero al menos obtuvo que el papa en 1622 expidiera un decreto en el que reconocía que la Iglesia aceptaba la tesis de que María había sido concebida sin pecado original.

La Inmaculada ha inspirado a numerosos artistas, entre los destaca muy por encima de todos Murillo

En 1678 Justino de Neve, canónigo de la catedral de Sevilla y presidente eclesiástico del Hospital de Venerables Sacerdotes de la ciudad, contrató a Murillo la ejecución de una Inmaculada que primero fue de su propiedad y que donó después la iglesia de dicho hospital. Y de allí la robó el mariscal Soult (1769-1851) en 1813, durante la invasión francesa. Tras la muerte del mariscal fue subastada en 1852, y la compró el Museo del Louvre por una cantidad de 615.300 francos oro, cifra nunca alcanzada por una pintura hasta ese momento. Y del Louvre fue repatriada durante el franquismo, en 1941, e instalada en el Museo del Prado. Este cuadro es una de las telas más importantes de esta institución, donde se la conoce como la Inmaculada de Murillo o también por el nombre de su ladrón: La Inmaculada de Soult.

Española es la fundación de las Concepcionistas franciscanas. Las hijas de Santa Beatriz de Silva (1424-1492) han sido y siguen siendo muchas y muy santas, entre las que no puedo menos de mencionar a la madre María de Jesús de Ágreda (1602-1665) y a mi muy querida Sor Patrocinio (1811-1891).

La Inmaculada Concepción aparece también en las más altas instituciones de nuestra sociedad. Azul es el color de la banda de la Orden de Carlos III, la más alta condecoración española. Y la imagen de la Inmaculada adorna sus condecoraciones. Pero también la Inmaculada se hace presente en los estratos populares. Todavía se pueden ver en algunos edificios esas lápidas que era costumbre colocar a la entrada de las casas, en las que figuraba la siguiente leyenda: “Nadie pase este portal, sin que jure por su vida, que María fue concebida sin pecado original”

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá