Viajar por Italia es una delicia. En su día, la Cassa di Rasparmio della Provincie Lombarde (CARIPLO) era la primera entidad de ahorro del mundo. Con un ardid -paso previo por Fundación poseedora del 51% de Cariplo S.A.- la Caja de Ahorros de la Lombardía se fusionaría con el Banco Ambroveneto de Cassa di Risparmio (anterior Banco Ambrosiano).

En 1999 se incorporó Banca Commerciale y en 2001 ya era IntesaBCi. El 1 de enero el ya banco se hizo más banco, con la denominación Intesa San Paolo, hoy simplemente Intesa S.p.A., para los amigos, Intesa, el mayor banco italiano.

Digo que es una delicia porque, a pesar de la calamidad escrita, la desaparición de una entidad mutual, siguen existiendo pequeñas cajas de ahorros: Cassa di Rasparmio de Pisa, Cassa di Risparmio de Lucca (separadas por apenas 15 kilómetros) o la Cassa di Risparmio de Siena, el primer banco del mundo, enfrente de cuya cada central figura un recordatorio de que esas instituciones sin ánimo de lucro fueron creadas, en su mayor parte, por la Iglesia para evitar la usura. Allí se erige la efigie soberana del clérigo Sallustio Bandini, defensor del liberalismo económico.

Al capitalismo, no confundir con el liberalismo, no le preocupa una sino dos de las notas constituyentes de las cajas de ahorros: que las cajas son pequeñas y que no tienen ánimo de lucro. Sí, lo segundo también, porque el afán de lucro no consiste en obtener beneficio sino en qué se utiliza ese beneficio. Lo primero es competencia, lo segundo es decidir cuánto dinero repartimos. Eso es afán de lucro en una actividad económica... así tan loable como su opuesto.

A los capitalistas, por ejemplo al PP, por ejemplo al PSOE, por ejemplo al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, les fastidian las cajas de ahorros porque son pequeñas y lo pequeño les molesta. Ya he explicado por qué: es fácil para el poder político controlar cinco grandes entidades, convertidas en oligopolio. A cinco grandes entidades las controlas, pero resulta imposible controlar 50 cajas de ahorros, a compartir, encima, con los caciques provincianos.

Por ello, los capitalistas, el PP, el PSOE y MAFO, se han inventado que las cajas no son rentables.

Falta en España un defensor de las cajas de ahorros. Me apunto a la encomienda. Y lo hago en nombre del liberalismo y de la propiedad privada. Porque resulta que el capitalismo ha creado la propiedad privada fiduciaria que no deja de ser una propiedad colectiva, que, como todas las propiedades colectivas, sean estatales o privadas, constituyen la negación de la propiedad privada, una selva donde los no propietarios -los gestores- usufructúan, controlan y usurpan propiedades a los verdaderos dueños, llámense accionistas o contribuyentes.

No sólo defiendo el actual modelo de cajas de ahorros (aunque yo le restaría poder a las regiones y se lo daría a los depositantes, a los clientes) sino que también defienden a las mutuas, esas empresas propiedad de los clientes. MAPFRE ha sido una mutua hasta hace dos años y ya entonces era la primera aseguradora de España y la décima del mundo. No ha dejado de crecer y no ha necesitado para ello apelar al mercado, es decir, a los usureros del siglo XXI, que son los mercados financieros.

Lo mismo respecto a la pequeñez. Las cajas que han entrado en crisis no ha sido por ser cajas o por ser pequeñas, sino por comportarse como bancos y como grandes bancos de inversión, entrando en los  productos especulativos propios de los Morgan Stanley. Lehman Brothers, Merrill Lynch, Citi (ya convertido en un banco de inversión), etc. Bancos a los que, por ser grandes, los gobiernos se han apresurado de salvar de la quiebra con dinero público. No son mejores por ser bancos ni por ser grandes, son mejores que las cajas y bancos pequeños porque no se les puede dejar caer.

Se precisan cruzados para salvar las cajas de ahorros de la acometida de los grandes partidos de los grandes bancos y del gran Banco de España. Porque además, hay otro enemigo de las cajas que amenaza de forma especial a España: el capitalismo se ha empeñado en que los bancos no tengan empresas. Las cajas de ahorros, comprometidas con lo próximo, han sido quienes han forjado empresas estrategias creadoras de puestos de trabajo y de riqueza en España. Ahora, las nuevas normas internacionales de contabilidad. Hechas a la medida de Wall Street, las nuevas basileas y la nueva normativa paneuropea convierte en onerosas e inasumibles las participaciones industriales de las cajas de ahorros, propietarias, por decir algo, de la primera eléctrica española, de la primera empresa en España, de la primera concesionaria de carreteras, de la primera compañía aérea, de la primera petrolera.     

Dicen en el Banco de España que en Bruselas no entienden a las cajas, como no las entienden en Wall Street. Pues precisamente por eso hay que luchar para conservarlas y potenciarlas. En nombre de lo pequeño y en nombre del derecho fundamental del hombre a la propiedad individual.

Y todos están de acuerdo en convertir a las cajas en bancos: el PSOE, el PP y el Banco de España. Incluso José María Aznar Botella, quien presa de un ataque neocon, nos asegura que para compensar los 99.000 millones de euros que les vamos a dar a las cajas, deben convertirse en sociedades anónimas ya mismo. Y eso lo dice después de que su modelo, los bancos de los cinco continentes, hayan llevado a la mayor crisis económica que ha sufrido el mundo desde 1929. Por cierto, a las cajas todavía no se les ha dado un duro de esos 99.000 millones de euros, ni los necesitan. Pero la juventud, hasta la de los hijos de los expresidentes, se cura con el tiempo. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com