Todavía están conmocionados los italianos por el asesinato del periodista Enzo Baldón, en Iraq, a manos del Ejército Islámico. Ya saben, secuestro, grabación de vídeo exigiendo la retirada de las tropas italianas, negativa del Gobierno de Roma (que no ha cedido al chantaje como Filipinas y España, sin ir más lejos) y posterior ejecución de la víctima. El secuestro se ha convertido, en verdad, en la gran estrategia del terrorismo en el siglo XXI. El secuestro es mucho más eficaz que el atentado. Y televisado, no digamos.

 

Lo más llamativo es el debate que los medios informativos italianos más prestigiosos, entre ellos La República, han mantenido a finales de la pasada semana y comienzos de la actual: Casi todos piden a Berlusconi que reflexione sobre la necesidad de mantener un apoyo "simbólico", más "ideológico que militar". Y es curioso, porque Italia tiene destacados allí 3.000 soldados. El apoyo español consistió en 1.300 hombres, aunque, según el actual Gobierno y los diputados socialistas Diego López Garrido y Francisco Fernández Marugán, fue Aznar el culpable de la guerra de Iraq y de que se disparara el precio del petróleo. Si 3.000 efectivos es una fuerza simbólica, ¿qué son 1.300?

 

En España, los medios adictos, especialmente el grupo Polanco, pueden mantener la ficción de que Zapatero hizo lo que tenía que hacer, pero en la escena internacional sólo somos los más cobardones del mundo, lo cual resulta un pelín desagradable.

 

Mientras, Francia vive el doblete. Dos periodistas galos, Christian Chesnot y Georges Malbrunot, secuestrados por otro grupo de chalados iraquíes, serán asesinados si Francia no retira la ley del velo, así conocida porque prohíbe la exhibición de símbolos religiosos en los colegios públicos, incluido el velo. Pues bien, el aviso ha paralizado al Gobierno francés, que solicita apoyos de otros países árabes para detener el asesinato. O sea, los terroristas no solicitan que Francia repudie la guerra de Iraq. No, simplemente extorsionaban a cada país según sus caprichos: a Francia que modifique una ley (mala, pero ley a fin de cuentas), y se supone que cuando llegue el turno a Alemania le exigirán, por ejemplo, que prohíba las salchichas de Franfort por estar fabricadas con carne de cerdo.

 

Por tanto, la guerra del siglo XXI tiene ya dos vertientes: El terrorismo clásico, el del "bombazo", protegido o no a un régimen político, y el secuestro como extorsión idónea para provocar terror en una sociedad mediática. Porque se ha asesinado a un periodista italiano y ya se ha puesto en solfa la política del Gobierno. Porque si han secuestrado a dos periodistas franceses, bien podrán secuestrar a otras varias docenas con exigencias aún más peregrinas y ejecuciones servidas en directo, por Internet. No hay límite.

 

Por tanto, la lucha contra el terrorismo alcanza dos frentes. Por ejemplo, en lo referente a la guerra de Iraq, el tiempo está situando a cada cual en su lugar. España no debió entrar en la guerra (mejor, no debió apoyar la guerra de Iraq, porque entrar no entró nunca), pero una vez dentro teníamos que haber mantenido las tropas para intentar que se respetaran los derechos humanos en el país. Ahora, toda la labor recae sobre Estados Unidos, y la verdad es que lo hacen muy mal: En lugar de democratizar Iraq, lo están tiranizando. Los ayatolás chíies (Al Sastani cada día se parece más a su colega Jomeini) ya se han situado por encima de la ley.

 

Más. Los dos aviones rusos siniestrados pasaron de accidente a atentado. En estos momentos, cabría pensar que la cumbre de Schröder, Chirac y Putin acabe en un cierto alineamiento no confesado con las tesis de George Bush. Lo cual sería negativo. Insistimos: Bush es un hombre de principios (el único estadista mundial actual del que puede decirse eso) que se equivoca al emprender guerras para terminar con terroristas. Con ello, lo único que consigue es echarse encima a los terroristas y a los ciudadanos del país atacado. Contra el terrorismo hay que luchar con policías, no con Ejércitos. Y respecto a los Regímenes que apoyan a los terroristas, hay que apoyar a sus opositores democráticos de forma abierta, tanto política como económicamente, además de romper todo tipo de relaciones con esos regímenes. Pero eso, no saben hacerlo los marines.

 

Y respecto al secuestro, pieza clave del vademécum terrorista para el siglo XXI, simplemente no se puede ceder. El secuestrador pierde cuando el chantajeado no cede, y gana cuando consigue esa cesión. Decir esto a los familiares de los dos periodistas franceses es muy duro, pero es la única manera.

 

Eulogio López