Con esos volúmenes y sin haber materializado la reducción de plantilla (los 1.700 trabajadores que se marcharán lo harán en tres años, el acuerdo se firmó en mayo y, en diciembre, habrán salido menos de la mitad) sólo hay dos caminos para conseguir los números negros: subir precios (algo han hecho) o modificar el precio de transferencia de los componentes que vienen desde Alemania y elevar el precio de los coches que se envían a Volkswagen. El 40% de las compras proviene de Volkswagen y casi el 60% de las ventas se hacen a filiales del Grupo, subo por aquí, bajo por allá y... ¡voilà!, resultado positivo. Claro que como (aún) no somos una república bananera o lo hacen bien o se van a meter en un gran lío fiscal, pues la regulación sobre precios de transferencia es clara.
Precios de mercado y, sobre todo, precios estables. No vale que este año los motores (o los cambios, o incluso servicios entre empresas) misteriosamente bajen de precio y cuando la empresa vaya mejor, de repente, vuelvan a subir para transferir, como es habitual en la casa, dinero a la central. ¿O será todo una estratagema para subir el precio de venta de la propia SEAT? Ya se sabe, los burros cojos no se venden, pero si son de carrera…".
Y es que, a la postre, hablamos de un duelo entre España y central: Piëch, con su obsesión anti-española y anti-SEAT pretende cerrar la fábrica (14.000 empelados) mientras Schmitt aboga por su continuidad o su venta a españoles, y ya existen posibles compradores. Por de pronto, esta semana se reúne el consejo de Volkswagen y se hablará de SEAT.