La verdad es que Occidente no puede esperar mucho más. Al igual que la postguerra mundial inventó el sistema público de pensiones y hoy nadie pensaría en suprimirlo, el siglo XXI está obligado a inventar el salario maternal, porque sencillamente la civilización occidental, la que ha formado el mundo actual, está consumiéndose por falta de vitalidad, de nuevos hijos.

Por tanto, la comunidad, el Estado, está obligado a pagar un salario a la mujer por cada nuevo contribuyente que aporte a la sociedad. Insisto: no es una prestación: es una contraprestación, no es una limosna, es de justicia.

La Iglesia, que siempre ha dejado atrás a la izquierda en materia de justicia social, apunta hacia el salario maternal. La agencia Zenit recoge la intervención del presidente del Consejo Pontificio para la Familia, cardenal Ennio Antonelli. Por propia inercia ese reconocimiento económico de la actividad doméstica deberá llegar a su fin natural: el salario maternal.

¿Por qué se oponen el lobby feminista y el lobby homosexual al salario maternal? Porque ellos no están ni por Occidente ni por la vida, están, como la progresía europea, por el suicidio. Son así de alegres.

Eulogio López

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