El paso de los años, la experiencia acumulada y el encuentro personal con líderes políticos, sociales o religiosos de todo tipo, sumado a las vivencias de acontecimientos que marcan la vida de los pueblos, y también la de uno mismo, me permite superar las fases de admiración y adhesión entusiasta al líder, promovido por el ruido contagioso de los mítines, convenciones o congresos, los aplausos miméticos o la necesidad de sentirse observado, para expresar su entusiasmo al líder del momento.
Reconozco, sin embargo, que, en esta ocasión, he sentido curiosidad y he prestado una especial atención durante la intervención de Mariano Rajoy en el discurso de clausura de la Convención. Deseaba observar su actitud personal, analizar sus palabras y captar el sentido y contenido de sus mensajes. Cuando se ha tenido, como es mi caso, la oportunidad del trato cercano con una persona como es la del presidente de mi partido, motivado por nuestras respectivas responsabilidades políticas, uno desea siempre comprobar qué alteración ha podido producir en su personalidad, una vorágine de acontecimientos como las que él está experimentando en estos últimos tiempos.
No me decepcionó. Era el de siempre. Muy personal, nada afectado, sincero, patriota, realista, dialogante y muy familiar. Tiene un sentido común apabullante: "seré consciente de la realidad en que vive España"; "mis preocupaciones serán las preocupaciones de todos los españoles, el paro, las dificultades de los empresarios, el desorden de las administraciones, el prestigio de España, etcétera",
Pero hay algo que yo sí destacaría y que me hace concebir muchas esperanzas. Se siente firme y decidido para afrontar una crisis de la envergadura a las que nos ha conducido el gobierno socialista, con Zapatero y Rubalcaba a la cabeza. Fue muy afortunada su comparación con las enormes dificultades con que se encontraron Adolfo Suárez y José María Aznar en unos momentos claves de la historia de España y su identificación con ellos, en cómo las superaron.
Solo una persona de principios adquiere los serios compromisos personales que se atrevió a asumir en público: decir la verdad, no negar la realidad, transmitir certidumbres, dejarse de caprichos y ocurrencias o gobernar con valentía, prudencia pero sin miedos…Si a esto le añadimos su convencimiento de que a España la tenemos que recuperar entre todos los españoles, sin exclusión sectaria, de militancia o cultural, y de que el diálogo es el mejor vehículo para el entendimiento, da la impresión de que, los presupuestos indispensables para asumir la difícil tarea de gobernarnos, los tiene muy claros.
Pero hay algo absolutamente necesario y que creo, que tal como lo anunció públicamente en una recepción oficial con distintos sectores de la sociedad malagueña, lo va a llevar a la práctica, es nombrar "ministros competentes" en cada uno de sus ramos. Esta no es una cuestión baladí. Rodríguez Zapatero, además de haber sometido a la sociedad española a una crispación innecesaria, despertando viejos fantasmas del pasado, disparando el endeudamiento del Estado en políticas inasumibles o propiciando un igualitarismo disparatado, ha puesto al frente de algunos ministerios personas que incluso han llegado a avergonzarnos con sus decisiones y su falta de competencia dentro y fuera de España.
No es momento de experimentos, ni de recompensas ni siquiera de equilibrios territoriales en un gobierno de recuperación nacional como va a ser éste. España necesita los mejores hombres o mujeres al frente de carteras ministeriales tan sumamente complejas en las circunstancias actuales y de gran calado, como son las de Economía, Exteriores, Educación, Trabajo, Interior….
No podemos permitirnos el lujo los españoles de desaprovechar las personas más competentes y de prestigio de la sociedad, dispuestas a asumir el gran reto de afrontar la "revolución de la normalidad", como con tanta claridad se expresó José María Aznar.
Mariano Rajoy dijo algo tan sensato, como que nuestra recuperación de la dignidad exterior, perdida hoy, dependerá de nuestra fortaleza interior. Seremos fuertes si tenemos el convencimiento de que superaremos las dificultades regresando a la senda de ser un país productivo, trabajador, ahorrador, realista y bien formado y educado. No podemos perdernos el respeto a nosotros mismos y a nuestras instituciones. Cada uno tenemos un rol que jugar en la sociedad desde el trabajo más modesto hasta el de más renombre social. Hacerlo bien, con profesionalidad y prestigio es, seguro, el esfuerzo común que nos pide Rajoy.
"La única forma posible de que perduren valores tales como la confianza y la prudencia, es a través de un estrecho contacto". Esta ilustrativa frase de Winston Churchill entiendo que puede resumir el mensaje que nos ha querido trasladar Mariano Rajoy en estos días.
Solo a través del diálogo y de un estrecho contacto entre todos los sectores e instituciones de nuestra sociedad podremos recuperar valores tan necesarios para la credibilidad de una nación como España: la confianza en nuestros recursos y posibilidades y la prudencia en nuestros gobernantes.
Jorge Hernández Mollar