Sí, es cierto: Ana Botella, señora de Aznar, tiene tanto derecho como cualquiera a presentarse a las elecciones municipales para la Alcaldía de Madrid. Y también tiene todo el derecho a ser la número tres de la lista, es decir, a tener el cargo asegurado. Incluso, ya puestos, tiene derecho a una vivienda, un trabajo estable y a celebrar sus cumpleaños con guardaespaldas. Incluso, tiene derecho a ser feliz.
Pero una cosa es tener derecho a y otra actuar con justicia. La señora Botella es un buen gancho electoral porque lleva siete años residiendo en Moncloa y porque es esposa del presidente del Gobierno. Es decir, la conoce todo el mundo. No necesita publicidad: la lleva consigo, y la ha conseguido gracias al erario público. Al igual que la mujer de Felipe González, Carmen Romero, el puesto de diputada, o de concejal, les ha salido más barato que a otros-as.
Y tampoco es justo que el precepto constitucional de la democracia interna de los partidos no se cumpla. Pero eso tampoco es muy preocupante, dado que no hay democracia interna en ningún partido, sino el gran dedazo presidencial... que ha decidido señalar hacia su esposa.
Ahora pasemos de la teoría a la práctica. Esta mañana, Botella hacía una declaración política. No se lo pueden ni imaginar, pero se va a dedicar a la política social: "Vengo a la política a dedicarme a los ciudadanos y, especialmente, a quienes necesitan mayores oportunidades para superar las desigualdades". Muy loable. Encargados del área social del Ayuntamiento de Madrid: gane el PSOE o gane el PP, estáis despedidos.
La oposición (Trinidad Jiménez o José María Mendiluce) identifican a Ana Botella con un giro conservador de la alternativa del PP, es decir, de Alberto Ruiz-Gallardón, candidato a la alcaldía y actual presidente de la Comunidad Autónoma Madrileña. El verde Mendiluce (el verduscón, como le llaman ahora, ya saben, el armario está vacío y en el centro reformismo no hay espacio) asegura que Botella terminará con cualquier signo de aperturismo. Pero debe tratarse de mera estrategia política, porque ya hay quien desconfía de Ana Botella, desde que inaugurara la era de la ética facultativa: la esposa del presidente del Gobierno dio la bienvenida a España a la píldora abortiva, que su esposo se encargó de legalizar y promocionar... siempre que se realice bajo control médico. A partir de ahí, todos nos sentimos muy aliviados. Es como si Ana Botella hubiese dado el paso del conservadurismo a la moderación, el mismo paso que dio el partido de Narváez en el siglo XIX, cansados ellos de que les llamaran conservaduros.
Sea cual sea su imagen, y sobre todo, sea cual sea la imagen que Botella quiere proyectar de sí misma, debería aclarar por qué su entrada en la vida política se hace de la mano de Gallardón. Es decir, del hombre que nos dejará como recuerdo en la Comunidad de Madrid una ley de parejas de hecho, calificada por las asociaciones familiares como "una estafa". Porque si Botella va a formar parte del equipo Gallardón, será que acepta los planteamientos de este. Por ejemplo, acepta que la Comunidad Autónoma de Madrid sea conocida como el Gobierno regional que subvenciona a cualquier mujer (a Botella le preocupa mucho la cuestión femenina) con tal de que se salga de lo habitual: para recibir subvenciones y ayudas de la Comunidad deben ser "raras": drogadictas, prostitutas, lesbianas; al menos, divorciadas.
Es la misma tónica que sigue el Gobierno Aznar con la familia. Aún no ha reconocido la paridad entre parejas de hecho, pero está en ello. Incluso, a nivel nacional, el Partido Popular, que dirige el esposo de doña Ana, está muy preocupado por la familia. El gancho, electoral, naturalmente, fueron los 100 euros mensuales por hijo de 0 a 3 años, que se darán a la mujer trabajadora. Es decir, que a la mujer que desee quedarse en casa para criar a sus hijos, ni un duro, y a la mujer en paro, tampoco. Pero es que para cobrar esa "enorme cantidad", hay que solicitarlo rellenando un papel, el 140... que naturalmente no está elaborado. Es decir, que no se puede pedir la tal ayuda pública, ya de suyo bastante miserable.
Hala, señora Botella, ya pueden ustedes ponerse a trabajar. Y, antes que nada, díganos qué política, social, familiar, etc, va a desarrollar. Porque yendo en el equipo de Ruiz-Gallardón, nos tememos lo peor.
Eso sí, la reacción del entorno de Rato no ha sido la que él esperaba. Tanto es así que se está planteando, todavía está a tiempo, modificar la normativa sobre Opas, en el sentido, sentido correcto, que ayer apuntábamos en Hispanidad: que toda participación de control exija el lanzamiento de una Opa sobre el 100% del capital o del accionariado.