Decía el beato Juan Pablo II que la fiesta del pasado día 1 nos propone la meditación del dogma de la comunión de los santos y de la llamada universal a la santidad, reiterada por el Concilio Vaticano II.
Y como decía un santo contemporáneo, Josemaría Escrivá, si bien no todos podemos llegar a ser sabios, ricos o famosos, todos en cambio estamos llamados a ser santos. Lo cual nos plantea la cuestión de qué es la santidad. Se trata de corresponder con amor al amor de Dios, de modo que su luz brille en todos los aspectos de nuestra vida: en el trabajo, en la familia, en nuestras relaciones sociales.
Benedicto XVI decía recientemente a los jóvenes en Alemania que se ha caricaturizado la imagen de los santos y se los ha presentado como si estuviesen fuera de la realidad, como si fueran sólo aquellos que realizan obras ascéticas y morales de altísimo nivel.
Por el contrario, subraya el Papa, Cristo no se interesa tanto por las veces que flaqueamos o caemos en la vida, sino por las veces que nosotros, con su ayuda, nos levantamos. Incluso en las épocas más duras, cuando la persecución, la hostilidad del ambiente cultural o la propia debilidad de los miembros de la Iglesia se hace patente, el Señor no deja de regalarnos el fruto de la santidad que renueva siempre a su pueblo y llena de esperanza el mundo.
Enric Barrull Casals