Pocas veces en mi vida he tenido la sensación de perder tanto el tiempo como cuando me he empapado de libros y reportajes firmados por los adalides de la teoría de la conspiración del 11-M (dejo a un aliado las horas dedicadas a la escucha de la COPE).

Quizás lo mejor ha venido al final, más de cuatro años después del salvaje atentado, con la aportación del abogado del juicio de la Casa de Campo, Jose María de Pablo, autor de La Cuarta Trama. Es el libro más sincero que he leído al respecto.

Porque el problema es éste: hay puntos oscuros en la investigación y juicios del 11-M, estamos de acuerdo. Pero las grandes mentiras siempre ocurren paralelas a las verdades, y aquí el único que no mintió fue el prime acusado de hacerlo: el PP.

Tras tantas horas perdidas y creyendo que el 11-M fue obra de fundamentalistas islámicos, y concluyendo que la peor consecuencia del 11-M, después de las vidas inocentes segadas, ha sido la del sometimiento de España al síndrome de Estocolmo, cuya fruto más grande es la majadera Alianza de Civilizaciones y el síndrome Pilar Manjón, una mujer convencida de que el asesino de su hijo es José María Aznar, los cuatro elementos de confusión son los siguientes:

1. El Gobierno Aznar no mintió sobre el 11-M. Simplemente se comportó como un estúpido.

2. El PSOE aprovechó la estupidez del PP y se inventó una conspiración pepera inexistente. Y ya se sabe que para acusar de falsedad al adversario es preciso mentir mucho: la cosa coló y ZP subió al poder contra pronóstico gracias a 192 cadáveres. Toda su política durante la primera legislatura consistió en ocultar esa verdad palmaria

3. Pedro José Ramírez dio rienda suelta a su vanidad. Si tres años atrás (2006), entró en éxtasis y se postuló, ante el desastre ZP, como presidente de la III República española, ahora nos sorprende desde la portada de El Mundo con un Yo acuso, reproducido por el diario El Mundo como diría el Forges de antaño, el bueno, en su totalidad manifiesta. O sea, remedando a Émile Zola, un personaje que posee la suficiente aura histórica como para satisfacer a Pedro José.

Nunca me ha gustado el escritor naturalista francés y ahora comprendo porqué Ramírez lo utiliza como parangón... Zola era una ególatra que triunfó en el caso Dreyfus aunque la injusticia con el oficial judío le importaba un pimiento. Cuando sus campañas no iban bien no dudaba en mentir y hasta en sobornar a quien fuera necesario con tal de imponer el embuste como certeza. Ejemplo: dedicó años a intentar negar los milagros de Lourdes. Como no podía explicar las curaciones por razones naturales, pues los propios médicos negaban dichas explicaciones, Zola se dedicó a calumniar a los agraciados de la Gruta. En su batalla personal contra Nuestra Señora, Zola no dudó en ofrecer dinero a una mujer milagrosamente curada en Masabielle para que se marchara a Bélgica, dado que él la había dado por muerta en su libro anti-Lourdes.

Pero por aquel entonces, incluso en Francia, los escritores prestigiosos eran eso, escritores prestigiosos, influyentes, sin duda, pero no parte del Sistema de Poder, como en el siglo XXI. Por eso ahora, Pedro José al que el 11-M le importa una higa vuelve a erigirse en árbitro del devenir nacional, la única tabla de salvación de un país que se hunde. Y en efecto, se hunde por la feria de vanidades en que algunos han convertido el solar patrio.

Sinceramente, sigo creyendo lo que escribí el mismo 11-M: fundamentalistas islámicos asesinaron a 192 españoles, lo que propició que 22 encuestas se equivocaran, pues daban el triunfo al PP y al final ganó el PSOE. Tres ello, sobrevino otra tragedia: España se acobardó y llegó la Generación Manjón, puro síndrome de Estocolmo: desarmaros ante vuestro opresor y no permitáis que nadie os salve de él, porque en el enfrentamiento podríais morir. Este es el país que Zapatero gobierna desde 2004, un país de resentidos que abre los brazos al enemigo exterior y se ensaña con el amigo interior.

Ahora bien, al síndrome Estocolmo no se le hace frente retorciendo la realidad con citas del señor Zola, quien también intento retorcer la realidad. Hoy en día, son muchos los que han leído su artículo Yo acuso sobre el caso Dreyfus, pero sus libelos sobre Lourdes constituyen la parte vergonzosa del vanidoso novelista francés.

Eulogio López

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