El 19 de marzo, un año más, se ha celebrado en España el "día del padre".
Durante muchos días los padres son el principal reclamo comercial. Atractivos escaparates se encargan de que fechas como el 19 marzo no pasen desapercibidas. Es una más de las múltiples campañas que se hacen a lo largo del año para incitar al consumo, para intentar incrementar las ventas…
Algunos papás habrán tenido la oportunidad de celebrarlo con sus hijos, pero ha habido cientos de miles de padres que no han tenido -ni podido- nada que celebrar, pues no se les habrá dado ninguna oportunidad. Estoy hablando de los grandes olvidados en este día tan señalado.
Miles de padres separados/divorciados que por decisión del paripé, del sucedáneo, de justicia que padecemos en España, lenta, cara y arbitraria, además de sorda y ciega, son tratados y considerados, como delincuentes.
La presunción de culpabilidad impregna a la totalidad de las normas legales españolas, relativas a la ruptura de pareja y la custodia de los menores tras la disolución del vínculo matrimonial, respecto de los padres de familia.
En España se viola todos los días la Constitución de 1978, en lo referente a preceptos tales como el de que todos -y todas- somos iguales ante la ley, el derecho a un juicio justo -con plenas garantías legales- y el derecho a la presunción de inocencia; o cuestiones tan elementales como que la carga de la prueba corresponde al denunciante y no al denunciado… cuando se trata de padres de familia inmersos en procesos de separación y divorcio. (Ley de Divorcio de 2005 y Ley Integral contra la violencia de género…).
La arbitrariedad y la injusticia llegan a tal extremo, que en fechas no muy lejanas, una sentencia obligaba a un hombre a mantener a un menor del que se había demostrado que no era padre biológico (si se hicieran pruebas de ADN con frecuencia se produciría más de una sorpresa en este sentido…).
Y no digamos de aquella sentencia, en la que el juez decidió obligar a la nueva esposa a pagar la pensión de manutención "de los hijos que su esposo tiene de otra anterior relación". Pese a no guardar ninguna relación de parentesco con ellos.
No para de proclamarse por doquier la necesidad de una mayor implicación de los varones en las tareas domésticas y en la crianza y en la educación de los hijos, medidas de conciliación de la vida laboral y familiar, y cosas por el estilo; medidas a cual más creativa. Pero casualmente sólo cuando la familia esta "intacta".
Se tiende a confundir familia con matrimonio. Se da por sentado que el principal causante de las rupturas de pareja, si no el único responsable, es el varón, y que la mujer es la parte más vulnerable. Se da por supuesto que las mujeres son madres abnegadas, dispuestas a sacrificios y renuncias miles para lograr el bienestar de sus hijos y procurar lo mejor para la convivencia con su marido y sus hijos, y que esa heroica entrega debe ser compensada si el matrimonio se rompe.
Cada día es vez mayor la tendencia a criminalizar de la paternidad, a la vez que el linchamiento de todo lo que huela a masculino.
Si un padre divorciado tiene la feliz ocurrencia de pretender ejercer de padre tras el divorcio, continuar educando a sus hijos, seguir dándoles amor y cuidados, aquello que se denomina Custodia Compartida (derecho de los hijos menores a ser cuidados y educados habitualmente por ambos progenitores, lo cual implica un reparto equilibrado de derechos y obligaciones por parte de ambos) será considerado sospechoso de perversidades miles, será mirado con lupa y deberá superar una interminable carrera de obstáculos (empezando por la oposición generalmente de la madre de sus hijos, y/o de los fiscales y de los jueces) e incluso será acusado de maltratador y de que con el pretexto de la Custodia Compartida, lo único a lo que aspira es a seguir "victimizando" a su ex mujer y a sus hijos.
Si por el contrario -que suele ser lo más corriente- a un padre se le disuade de seguir participando en la educación y la crianza de sus hijos, se le expulsa de la vida cotidiana de los menores, y "no ofrece resistencia" de clase alguna frente al actual sistema legal, se le tachará de egoísta, perverso, mal padre… y si además se le condena -cosa frecuente- a una situación de miseria, de indigencia, hasta el extremo de convertirse en un mendigo, y ni siquiera poder abonar la pensión de manutención de los hijos habidos durante el matrimonio, será severamente castigado de forma inconcebible y con extrema crueldad.
Por supuesto, si una mujer adopta una actitud claramente obstruccionista, encaminada a boicotear las estancias y la comunicación entre los hijos y el padre, y la familia extensa del padre, gozará de una casi total impunidad e inmunidad, o será tratada con absoluta benevolencia por parte del sistema judicial.
El poder de los juzgados de familia es casi ilimitado.
Carolus Aurelius Cálidus Unionis