Sr. Director:
Se habla mucho, sobre todo entre la gente, en la calle, de los problemas económicos que estamos pasando.Son ciertos, sobre todo por esa alarmante tasa de paro que atormenta a más de un 25% de la población. Sin trabajo -¡qué bien tan básico!- no hay futuro, y sin futuro, tampoco hay presente. Querer formar una familia o afrontar una proyecto de vida, aunque sea elemental, no es posible en esas condiciones.
Pero aparte de los puestos de trabajo -siempre necesarios-, también es cierto que nadie se quiere apear de un ritmo de vida concreto -en muchos casos por encima de sus posibilidades- al que se ha acostumbrado. Algo ha aletargado a los españoles para que redescubran que hay otra forma de vivir, más austera, en la que, no sólo es posible vivir, sino que es RECOMENDABLE vivir. La razón es muy sencilla: en el relieve de las necesidades se percibe el estandarte de lo esencial frente a la carga ligera de lo prescindible.
Se trata, además, de ser más libres y ese preciado bien, el de la libertad, tiene mucho que ver más con el dominio de las cosas que con la dependencia de lo material.
Ahora no queremos bajar el nivel de vida, vaya por Dios, aunque sea un peldaño y a pesar de estar abocados por las circunstancias. Nos hemos emborrachado de lo aparente hasta tal extremo que lo superfluo nos parece imprescindible. Hemos visto demasiadas tonterías en la tele y ya no resistimos un buen western de John Ford, una obra maestra de Truffaut, una película menor de Jean Becker o los diálogos -siempre espléndidos- de Mankiewitz.
Ignacio Zunzunegui