Me preguntan algunos colegas por qué insistimos tanto en la defensa de Carlos Dívar: "Te has quedado solo", suele ser la frase más repetida.

La verdad es que en Hispanidad nos encanta quedarnos solos y nos chiflan las causas perdidas, pero la de Dívar tiene su enjundia especial.

En primer lugar, el linchamiento ha sido tan agresivo, tan mentiroso, tan repugnante, que en Internet, el reflejo de la información de hoy -no la prensa- muchos empiezan a cambiar de bando, hacia la justicia, aunque quizás un poco tarde para Dívar.

Vamos, que resulta que no era difamación sino calumnia, y calumnia premeditada. La carta que nos envían y que publicamos en esta misma edición insiste nuevamente en ello. Ahora mismo, el hombre que según la progresía ha destruido la judicatura española -imposible, no quedaba ya nada por destruir- no es que ya fuera culpable de corrupción, es que ni tan siquiera lo es de falta de austeridad.

Y en el entretanto, el otro pilar del Estado, su colega, el muy progresista presidente del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, se rasga las vestiduras por las críticas a la sentencia sobre Sortu.

El comportamiento de Dívar no fue ni ilegal ni inmoral, como pretenden los autores del linchamiento.

Y que todavía haya católicos tontorrones que no se dan cuenta de que la exitosa persecución de la que ha sido objeto se puede volver contra ellos.

Tan sólo discrepo en un pequeño detalle con el firmante de la carta: no ha sido la progresía de izquierdas, el PSOE, quien ha tumbado a Dívar, aunque hayan sido quienes iniciaron la cacería. Dívar, que era inocente, pensó en un primer momento en mantenerse en el cargo a toda costa para no ceder ante el inicuo y para no parecer culpable de lo que no lo era (como ahora parecerá). No, no se ha marchado porque le hayan pillado in fraganti sino porque los progres del PP, es decir, los juristas nombrados por el muy conservador Mariano Rajoy, resulta que le han dejado solo. A Dívar no le echó el PSOE, sino el PP.

Y, por supuesto, le han echado porque no soportan a un católico al frente de un organismo tan poderoso. Entiéndanme: un católico que no se avergonzaba de serlo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com