Este domingo los mexicanos tienen una cita histórica con las urnas. Los candidatos favoritos son dos. Por una parte, el continuismo del panista (centroderecha) Felipe Calderón o el populismo del perredista (comunista) Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Las últimas encuestas publicadas ofrecen un 34% de intención electoral a Calderón frente a un 36% de AMLO. Una ventaja insustancial que permite hablar de práctico empate técnico. Como siempre, las elecciones las resolverán los indecisos, que todavía siguen siendo millones. Pero los expertos demoscópicos apuntan a que el populismo de López Obrador probablemente sea capaz de atraer más votos que el continuismo de Calderón.
¿Qué es lo que vende AMLO? Por una parte, populismo. Ha estirado hasta lo indecible sus bonos de tercera edad, una paga de apenas 50 dólares para los mayores del DF donde gobierna con enorme popularidad a pesar de los malos ratios de inseguridad y polución. Además, ha ofrecido a la ciudadanía capacidad para desarrollar infraestructuras como los segundos pisos de la capital mexicana. Una especie de M-30 pero elevada. Los antiguos scalestrix indispensables para solventar el problema del condenado tráfico capitalino.
Y desde luego vende firmeza frente al capitalismo, especialmente si es extranjero. No hay nada que venda mejor en México que atizar al gringo y al gallego, los principales inversores en el país. Hasta el mismo Fox se permitió hacerse una foto con los rebeldes estudiantes de la Autónoma de México apoyando el no a la guerra de Iraq. Huelga pensar en el antiamericanismo de AMLO.
Y aunque AMLO trata de tranquilizar a los empresarios y decirles que les seguirá yendo bien con él, la verdad es que el temor se ha instalado en la clase empresarial. Existe miedo a que AMLO asuma los dejes populistas de Morales o Chávez y que la saludable economía mexicana comience a caminar por derroteros populistas hacia ninguna parte. Desde Estados Unidos se prefiere guardar silencio. Apoyar al candidato Calderón sería la mejor forma de garantizar el triunfo de Obrador.
Lo mismo ocurre en España. Los comentarios se realizan siempre en privado. Pero aunque Felipe González y su amigo, el empresario Carlos Slim, apuestan claramente por Obrador, desde la Oficina del Asesor Económico de Moncloa, se asegura en privado los empresarios españoles tienen razones para tener miedo. No obstante, matizan que también Lula generó mucho pánico en los mercados y tampoco ha pasado nada.
¿Quiénes pueden ser lo más perjudicados por un potencial populismo de Obrador? No parece que sean ni las eléctricas ni las telecos, sino más bien las entidades financieras. Unión Fenosa tiene 1.500 megavatios instalados en el país azteca e Iberdrola otros 3.000, pero ninguno de los dos se siente amenazado, porque el sistema mexicano consiste en que es el Estado quien compra la totalidad de la energía eléctrica y se encarga de distribuirla. La morosidad pues, es cero.
En cuanto a Telefónica, tampoco tiene nada que temer. Al fin y al cabo su presencia en México es más bien testimonial. La Telmex de Slim le deja escaso margen de maniobra en un mercado liberalizado a medias. Quien más tiene que temer son las entidades financieras. AMLO no sólo ha apelado a la independencia del Banco de México para controlar la inflación, sino que ha utilizado el escándalo del Fobaproa como argumento electoral. Y precisamente a través del tequilazo del posterior apaño del Fobaproa, las entidades financieras mexicanas han hecho su agosto.
Y ahora se encuentran en un momento florido. El crédito hipotecario está remontando y el crédito al consumo está disparado, con unos márgenes espectaculares. Un chollo, tanto que el Bancomer reporta ya las mismas utilidades al BBVA que las sucursales distribuidas en el mercado español. Menos mal que FG no creía en el asunto. Porque conviene recordar que cuando el 11 de septiembre de 2001 fecha de los atentados contra las Torres gemelas- Emilio Ybarra y Francisco González aterrizan en el DF, González decide regresar a casa con una idea muy clara: la inestabilidad de este continente es imposible. Pues al final, la inestabilidad americana ha terminado por salvar la cuenta de resultados.
Y claro, como las cosas van demasiado bien, es el momento de meter mano en el bolsillo. Y AMLO podría estar dispuesto. Al fin y al cabo resulta bastante obsceno que el Bancomer esté haciendo su agosto con márgenes generosos cuando la élite mexicana opera financieramente en dólares y con tipos norteamericanos. Doble sociedad, doble sistema. Y vender justicia en este asunto es muy fácil.
Por lo demás, queda pendiente toda la obra publica en donde las empresas de infraestructura españolas tienen una enorme ventana de oportunidad. Tras el tequilazo desaparecieron las grandes empresas constructoras y las necesidades de infraestructura y de vivienda exigen de grandes constructoras. Las españolas habían desembarcado en el país azteca. Ahora toca ver cómo sobreviven ante un eventual triunfo de un político que desprecia la palabra dada y los contratos firmados. Este es el riesgo. La voz de los ciudadanos se conocerá el próximo domingo.