Sr. Director:
Me dirijo a su periódico con el fin de poder ejercer mi derecho a la opinión y porque me afecta de lleno. Me gustaría poder relatarles mi situación y la de más de 4000 trabajadores que no constan en las estadísticas oficiales barajadas por el Gobierno en la situación extrema en la que nos encontramos en los astilleros españoles.
Me refiero, concretamente, a los hombres de azul (color de la ropa habitual en las industrias auxiliares en los astilleros), padres de familias y jóvenes abocados a un futuro incierto en este sector, como miles de fantasmas con los que nadie cuenta a la hora de barajar las posibilidades y los planes de reconversión que el Gobierno plantea y que pende sobre nuestras cabezas cada día como espada de Damocles en la mano torpe de un niño.
Trabajadores, en algunos casos, con más de 25 años de duras mañanas de tajo sombrío, insalubre y penoso, hombres que relatan la pérdida de algún compañero en fatídicos accidentes que oscurecieron aquellos días pasados de lágrimas y sudor, porque, eso sí, que nadie se piense que en los astilleros se vive a la "bartola" o que nuestras condiciones laborales son paradisíacas. A aquellos, sin conocimiento de causa, yo los llevaría tan sólo un día de julio en el astillero de Sevilla, a algún tajo cuya temperatura oscila alrededor de los 60 grados y donde, por causa de los humos de la soldadura, los compañeros se ven obligados a salir de los "bujeros" con el fin de respirar algo de aire menos viciado, trabajos en alturas y lugares confinados e invadidos por un mar de cables, gomas y materiales necesarios. En un día cualquiera, "Manolito", como se le llama al ATS en astilleros de Sevilla, es capaz de atender al menos a 40 lesionados a veces de carácter grave.
Para colmo de males, los "hombres de azul" nos vemos arrastrados a trabajar en condiciones aun más precarias, contratos basuras, empresas piratas, etc y viendo a diario salir por la puerta a cientos de compañeros abandonados a su suerte, que vuelven la mirada triste y observan el barco que se ultima y se preguntan ¿a ver hasta cuando?
En su mayoría, trabajadores atados a este sector por años que tienen que abandonar a sus familias, y como decimos, "coger la maleta" para salir en busca del pan diario. En muchos casos algunos hemos dedicado allí nuestra juventud, tal es mi caso. Soy la tercera generación de mi familia que come de los astilleros, mi abuelo a principios de los 50 y de profesión charolista, daba lustre a las nobles maderas que adornaban los camarotes y demás, mi padre, electricista y pisando barcos desde el año 63, ha quemado su salud en las condiciones aun más duras de trabajo de aquellos años, donde la seguridad laboral era sólo una leyenda que encabezaba un negro ranking de muertes y accidentes mensuales, y siempre de azul..., y aquí estoy yo, con 34 años y padre de dos hijos, navegando por estos lares desde el año 1988 donde entré como ayudante de electricista y que actualmente sigo ejerciendo con categoría de oficial y siempre también de azul... endurecido por las constantes huelgas y luchas, que han permitido seguir con viento en contra pero siempre hacia el futuro, futuro ciertamente nublado y avecinado tormenta.
En el caso de mi padre, con 60 años y actualmente dado de baja por una enfermedad en la columna vertebral a espera de operación, no se puede acoger a ningún plan de jubilación digno, ya que no tiene aún la edad y prejubilarse es un precio muy alto a pagar, en el caso del personal de Izar, se habla de prejubilaciones al 100 por 100 con 52 años, o en el peor de los casos y para la plantilla joven, reubicación en otros astilleros.
Y no por ello quiero cargar las tintas con los compañeros de la plantilla, sino por el contrario alabar la labor de un comité de empresa que siempre ha defendido a los trabajadores de la factoría fueran del color que fueran, encabezados por Ignacio Sánchez, "El Indio", hombre de principios irreprochables y digno de ser homenajeado con honores de príncipe.
Y el señor Zapatero se atreve a prometer que ningún trabajador se quedará desvalido en astilleros, ¿será este un canto de sirena?, ¿o los "hombres de azul" también podremos acogernos a los planes de reconversión no traumáticos prometidos?
Pues me temo que esto es sólo una ilusión con la que soñar. Mi padre tendrá que esperar a que se resuelva su situación sin poder esperar a que el Gobierno dicte una ley de "acogida" para todos los trabajadores que han dado sus vidas en el sector naval. Y yo, mientras les escribo, dicto a mi mujer los enseres y ropas que me debe de preparar en la maleta que pronto cogeré y llenaré con alguna foto de mis hijos, el corazón roto y, eso sí, mi ropa de trabajo, siempre... azul.
Juan José Chaparro. Trabajador de la industria auxiliar en Izar Sevilla.
erchapi@hotmail.com