Estamos en vísperas de la Cumbre de Qatar, donde se reunirá el Grupo de Alto Nivel de la Alianza de civilizaciones, para hermanar Cristianismo e Islam. Alianza de civilizaciones, clama nuestro líder, el gran Zapatero. Considerando que al otro lado de la mesa de negociación estará el turco fundamentalista Recep Tayip Erdogan. Mucho me temo quién se llevará el gato al agua, y mucho me temo, también, que se va a repetir el viejo chiste de los polacos en el periodo soviético :
-¿Los rusos son amigos o hermanos?
La respuesta era:
-Hermanos, por supuesto, porque a los amigos los escoge uno.
Sencillamente, el fundamentalista turco cree en el Islam y defiende el Islam. Zapatero no cree en Cristo y no está dispuesto a defender el cristianismo.
Y conste que no me parece mal la idea de Mr. Bean: mejor evitar la guerra, que es cosa fea y cruel. Ahora bien, alianza de civilizaciones no puede significar igualar a los desiguales, o peor, cantar las excelencias del Islam y las miserias el Cristianismo. Eso sólo es alabar al Islam por miedo a los islámicos.
Por ejemplo, el diario El País publicaba en su edición del martes 14, una majadería profunda de nuestro insigne embajador, alto cargo con el felipismo, Máximo Cajal, en defensa de la famosa alianza de civilizaciones, donde asoma, una vez más, el SDE (es que me he aburrido de repetir lo de Síndrome de Estocolmo, que vivan las siglas). De entrada, nuestro muy progresista diplomático se refiere al mundo islámico y el mundo cristiano laicizado. Según él, son los dos agentes que deben ponerse de acuerdo en este embrollo. Porque claro, con los cristianos dogmáticos no se puede contar. Con los musulmanes, por contra, con todos, oiga, con todos.
Sigamos con Cajal: la Alianza de Civilizaciones es en efecto, una alianza de valores. ¿De qué valores? El problema de nuestros progresistas es que se empeñan en ignorar una y otra vez el principio de contradicción. Porque claro, si algo es verdad su opuesto debe ser mentira, y si algo es bueno su antítesis es seguramente malo. Y si nada es ni bueno ni malo, ni cierto ni falso, ¿de qué valores hablamos?. Entonces rige la ley del deseo y de la competencia, es decir la ley de la confrontación.
Por si no había quedado claro, nuestro librepensador vuelve a desbarrar con ganas: se trata de remover barreras mentales, percepciones indeseables que nos han sido implantadas por prédicas de todo tipo, seguras de sí mismas, en posesión de verdades incontrovertibles y, por ello, casi siempre excluyentes. Pues mire usted, las verdades son incontrovertibles o no son verdades. Es más, son los puntos objetivos de controversia. Y sí son excluyentes: sólo que no excluyen a las personas, sino a las mentiras.
Y ya puestos, nuestro Máximo, el mismo que solicita la hermandad entre cristianos e islámicos acaba por concluir que no es por la vía de las religiones, sean o no las del Libro, por donde hay que acometer la tarea que nos incumbe. Tan sólo cabe hacerlo por el camino de la razón y el entendimiento. ¿Comprenden? el racionalistas que pretende arbitrar entre credos considera que todos los creyentes somos unos perfectos imbéciles irracionales. Uno siempre se pregunta cómo es posible que los progres de cabeza hueca sin duda otra reiteración- consideren que los millones de personas, de todos los tiempos, culturas y condiciones, con unas convicciones religiosas es decir, la inmensísima mayoría de la raza humana- pueden ser un rebaño de imbéciles irracionales incapaces de pensar. Pero, miren por donde, don Máximo, precisamente él, que clama por el entendimiento entre el Occidente cristiano y el Oriente musulmán, considera que así es. Los únicos cuerdos son D. Máximo y Zapatero, según parece. Por cierto, no le ha dado tiempo a saber que los cristianos consideramos el entendimiento como el segundo de los dones del Espíritu santo. La vida diplomática no le permite leer el catecismo a D. Máximo.
Y, naturalmente, la colección de tontunas expuestas sólo podía acabar en el solipsismo, es decir, el circulo cerrado en el que viven presos todos relativistas: ¿Cómo es posible que se pretenda que mi dios es el único verdadero en un mundo donde se dan casi tantas religiones como culturas o civilizaciones?, algo parecido a decir: ¿cómo es posible que el otro se valore más que cualquier otra sustancia, con la cantidad de metales que existen en el mundo? ¿Cómo es posible que alguien pretenda que la capital de Francia sea Paris, sólo París, con la cantidad de ciudades que existen en el mundo? ¿Cómo es posible que alguien pretenda que dos más dos son cuatro con la cantidad de números y resultados que se le puede ofrecer a la operación?
La tontuna que revela la frasecita del amigo Cajal se las trae, pero la verdad es que la conclusión no podía ser otra, siguiendo el viejo principio forgiano : van como van y pasa lo que pasa. Porque, claro, si resulta que Cristo es Dios, es evidente que Alá no puede serlo. Sin alejarnos del racionalismo más pedestre, que no es otro que la tautología, debemos recodar que Dios existe o no existe independientemente de que D. Máximo Cajal crea o no crea en él. D. Máximo sólo quiere la Alianza de Civilizaciones para que un musulmán no le pegue un tiro en nombre de Alá. De hecho, ni respeta al cristiano ni respeta al judío o al musulmán: todos son mentes débiles, absolutamente irracionales, que tienen la petulancia de pregonar que su Dios es el único verdadero. La verdad es que si no lo creyeran, no sé que hacen practicando su fe.
Si lo piensan bien es lógico : se empieza negando el principio de contradicción y se acaba cayendo en la tautología. Y del axioma no se pasa. Al final, la considerable catástrofe del idealismo, que comenzara con el ingenuo Descartes, ha traido desgracias como la del artículo de don Máximo, que aún está encerrada en la cárcel del pienso luego existo. Pero como advirtió ese gran filósofo que fue Karol Wojtila, perteneciente a la escuela de la fenomenología y gran potenciador del personalismo : el Pienso luego existo, debe ser sustituido por el entiendo, luego existo. Sí, la realidad no es un jueguecito de diplomáticos ansiosos de estabilidad, si los conflictos se solucionan con una superficial invocación de la tolerancia. La realidad es algo inteligible por el hombre, gracias la luz de esa razón que don Máximo sólo invoca como instrumento para lograr una estabilidad entre dos ideas opuestas, siendo que ninguna de ellas merece la pena. Es decir, el racionalismo irracional de don Máximo no es más que la muy progresista estabilidad de los cementerios.
Y hablando de Juan Pablo II. El anterior pontífice viajó por todo Estados Unidos siendo aún obispo de Cracovia. Volvió un tanto desilusionado del imperio, según confesó a sus próximos algo que nos viene al pelo hoy, ya metidos en el siglo XXI. Wojtyla no estaba seguro de que los estadounidenses entendieran que el mundo se enfrentaba a la mayor confrontación histórica por la que había pasado la humanidad la confrontación definitiva entre la Iglesia y la anti-iglesia, del Evangelio contra el anti-Evangelio. Porque la verdadera batalla no es entre la Iglesia y el Islam, sino entre al Iglesia y la anti-Iglesia. Por la sencilla razón del viejo chiste del testigo de Jehová: ¿Cómo voy a creer en esto si no creo en la religión católica, que es la verdadera? Es justamente esa.
Eulogio López