Sr. Director:

El Infierno fue tema de la Literatura del  Renacimiento (Dante Alighieri: La Divina Comedia) y ahora se vuelve a él incluso en la Prensa.

 

¿Es un lugar de penas, o es un estado de tormentos? Algunos se calientan con eso la cabeza. ¿Importa  tanto saberlo? El caso es que podemos caer en él, o, mejor dicho, ocasionarnos ese mal. "Los que entráis aquí, abandonad  toda esperanza" -leemos en la Divina Comedia. Repito a mis hijos: "Aquel que se salva, sabe y el que no, no sabe nada". ¿Quiénes van al Infierno?

Dice Santa Faustina Kowalska, mensajera de la Divina Misericordia, a quien un ángel la llevó a contemplarlo: "He observado una cosa: la mayor parte de las almas que allí están son las que no creían que el infierno existe". También: "Que el pecador sepa que con el sentido que peca, con ese será atormentado por toda la eternidad" (evoco la parábola del rico Epulón).

El Apóstol Pablo afirma: "Allí irán los idólatras, los fornicarios, los adúlteros, los deshonestos, los sodomitas, los ladrones, los avaros, los que se embriagan, los maldicientes" (1 Cor. 6, 9). No se irá por las tendencias, sino por la conducta. "Cuando volví en mí -dice Santa Faustina- no pude reponerme del espanto, qué terriblemente sufren allí las almas. Por eso ruego con más ardor todavía por la conversión de los pecadores, invoco incesantemente la misericordia de Dios para ellos".

Es la misma súplica de los pastorcitos de Fátima y Santa Bernardita de Lourdes. ¿Y nosotros? ¿No debemos implorar cada día la Divina Misericordia por todos?

Josefa Morales

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