Sr. Director:
Si nos atenemos al Producto Interior Bruto, España estaría entre las diez potencias económicas mundiales o, como dijo Zapatero, en la "Champion Lí" de las economías mundiales.

Sin embargo, si aplicamos el Índice de Desarrollo Humano, que cubre todas las dimensiones del bienestar humano (vida larga y saludable, educación, y nivel de vida digno en cuanto a la paridad del poder adquisitivo según el coste de la vida), el papel de España, con muchos deberes pendientes en lo que concierne a productividad, I D, humildad y constancia, no es tan brillante. Aparte de estar a la cola en cuanto a fracaso escolar entre los países de la OCDE y demasiado abajo en la lista de países menos corruptos, cuando la corrupción es una forma de robar al Estado y a todos los ciudadanos, arruina el libre comercio y ahuyenta la inversión extranjera (puesto 23, con un índice de confianza de sólo 6,3; por no hablar del Ayuntamiento de Burgos, a la cola en un reciente estudio de transparencia), el crecimiento de los últimos años no ha estado bien distribuido (mientras que el número de ricos ha crecido un 8,7%, el número de pobres se ha mantenido, con uno de los índices más altos de pobreza infantil de la UE).

Un ejemplo sobre la diferencia entre el PIB y el IDH sería el caso de Burkina Faso y Tayikistán. En 2003 registraron ingresos similares (en torno a los 1.100-1.200 dólares per cápita); sin embargo, mientras que Burkina Faso creció un 1,2% en el periodo 1975-2003, por una desaceleración del -8,1% por parte de Tayikistán, su clasificación en el IDH es de 0,317 y 0,652, respectivamente. Pese a que el crecimiento del PIB fue muy superior en Burkina Faso, con niveles de renta similares, su progreso social quedó muy por debajo del de Tayikistán. De la misma manera, hay países con una posición próxima en la clasificación del IDH e ingresos muy dispares: Uruguay y los Emiratos Árabes Unidos tienen ambos una clasificación en torno al 0,84, cuando sus ingresos per cápita oscilan entre los 8.280 y 22.420 dólares, respectivamente.

Dos personas con un ingreso medio similar puedan tener accesos muy desiguales a sistemas de protección social pública. En estos días de crisis, es incesante el martilleo por parte de políticos y medios de comunicación sobre el peligro que corremos de entrar en recesión, cuando quizás deberían preocuparse más por mejorar el nivel de vida real de los ciudadanos. Puede que el venerado PIB realmente signifique algo para los grandes bancos, las multinacionales y los especuladores financieros; sin embargo, el ciudadano de a pie necesita menos números y más hechos, más inversión y menos especulación, más sentido común y menos demagogia.

José Antonio Mingo Botín

joseambotin@yahoo.es