Y no a los clérigos, sino a los hombres de negocio y los rectores de la economía norteamericana. En Nueva York y en Washington, pero sobre todo en la capital financiera, hay una invasión de mujeres rusas, de apreciable formato, que van a los restaurantes de negocio o se instalan en los inmuebles de apartamentos de alto nivel, para entablar relación con ejecutivos y, sobre todo, propietarios acomodados, más bien millonarios. Su estado civil no les preocupa en exceso (ni su edad, raza o religión, son mujeres de mente abierta). Con su entusiasta apoyo, las rupturas matrimoniales se han multiplicado en la capital financiera del mundo, y ya se habla de la plaga rusa

Y no es que en Wall Street pueden creerlo- crean en el matrimonio indisoluble más que en otras partes del mundo. En lo que creen es en la estabilidad de los mercados y de las principales compañías cotizadas, y sí ponen en relación la estabilidad contable de esos mercados con la estabilidad anímica de sus principales dirigentes. Además, en todas las city del mundo saben que no hay nada más oneroso que un divorcio.

Se dirá que lo mismo ocurre en todo el planeta, por ejemplo, en zonas rurales españolas donde se ha producido una inmigración masiva por parte de mujeres de países del Este (ejemplo, en los campos de cultivos de Huelva), pero eso, vaya usted a saber por qué, no preocupa tanto como las muñecas rusas de Nueva York.

Eso sí, hay quien piensa que no hace falta ir a Nueva York para contemplar cómo se han disparado las rupturas matrimoniales en la clase alta. Madrid mismo podría ser un buen ejemplo y no hace falta echarle la culpa a las rusas.