Escuchen a El País:

Las rotundas tomas de partido de la Conferencia Episcopal en su última instrucción pastoral colocan a los obispos españoles ante flagrantes contradicciones con su comportamiento ciudadano. Poca credibilidad puede tener una organización que reclame por un lado respeto a las decisiones judiciales en materia antiterrorista, pero desafíe por otro a los tribunales cuando se pronuncian desfavorablemente sobre los casos que les afectan, como las denuncias por pederastia contra algunos sacerdotes o las sentencias sobre despidos improcedentes de profesores de religión. Resulta llamativo que los obispos denuncien el supuesto proyecto de imponer el laicismo como religión de Estado, describiéndolo como antesala del totalitarismo, cuando, por su parte, exigen que la materia escolar de religión sirva de catequesis católica imperativa, como si la enseñanza hubiese de ser el instrumento para algo, esto sí tan totalitario y en realidad de otra época, como sería unificar a los españoles por la creencia. También sorprende que la Conferencia Episcopal eleve la unidad de España a categoría de bien espiritual obligatorio para todos los ciudadanos, cuando los propios obispos no han sido capaces de obtener la unanimidad alrededor de un simple documento.

Algo hay que reconocerles a los chicos de Jesús Polanco, criados bajo a la égida del cebrianismo : no son económicos con la mentira, generosos con la falsedad.

¿Contradicciones? Demos un repaso. No tiene nada que ver con el documento del PSOE y con la actitud del Gobierno frente a la Iglesia que critican los obispos, pero, naturalmente, en El País no podía faltar la correspondiente alusión a la pederastia clerical, con el añadido de que la Iglesia no respeta las decisiones judiciales. ¿Cómo podría me pregunto- la Iglesia no respetar las decisiones judiciales? No se preocupen, por la cuenta que le trae, ya lo creo que debe respetarlas. Ahora bien, el busilis de la cuestión no radica ahí, sino en el hecho mismo de la pederastia clerical. En primer lugar, es mínima. Sí, mínima, aunque algo tan repugnante siempre es grave aunque sea mínima. En segundo lugar, la Iglesia está siendo durísima, siguiendo las instrucciones de Juan Pablo II, aplicadas por Benedicto XVI, con los casos de pederastia. En mi modesta y particularísima opinión, aunque partidario de la tolerancia cero en asuntos de pederastia, con el asunto, creo que en ocasiones la jerarquía ha llegado hasta la frontera misma de la injusticia prefiero callarme los ejemplos que le vienen a la mente-, al colarse una sutil acechanza que podríamos resumir de esta guisa: el mero escándalo provocado entre la feligresía por un asunto de presunta pederastia de un sacerdote ya es suficiente para no mostrarse beligerante con la condena civil y para apartar al acusado de su actividad pastoral, es decir, de su vida. Como sea que muchos medios están deseosos de pregonar las acusaciones de pederastia clerical, el escándalo existe desde el primer momento, aunque el acusado sea inocente. Recuerden que, en el último lustro, desde que en Estados Unidos se lanzara de forma interesada, a través del New York Times y el Washington Post, el asunto de la pedofilia de algunos curas, en las diócesis de Madrid (casi 6 millones de habitantes) se ha condenado a un clérigo, en un caso sobre el que ya he expresado mis dudas en estas pantallas. Si no se ha conseguido condenar a más sacerdotes con las ganas que les tienen- por algo será.

Tercera cuestión: El País, que con tanto ahínco defiende los llamados derechos de los homosexuales, más bien de la homosexualidad, calla la gran verdad oculta sobre la pedofilia: su relación teórica y práctica con la homosexualidad. En los seminarios norteamericanos primero entró la homosexualidad, luego la pederastia. La pedofilia es de abrumadora mayoría homo.

Enseñanza: más generosidad con el embuste: ¿a quién impone la Iglesia la enseñanza de la catequesis? Sólo a los padres que libremente deciden dar formación religiosa a sus hijos en las escuelas (¡Y los pobres se llevan cada chasco!) y eso es, precisamente, lo que el Gobierno Zapatero pretende devaluar aún más.

Respecto a los contratos: ¿Quién va a juzgar la idoneidad para impartir clases de religión católica (o de catecismo, que sí, que es lo mismo)? ¿ZP?

En algo podría tener razón el sesudo editorial del independiente de la mañana: no se puede elevar a la categoría de bien espiritual la unidad de España cuando los propios obispos españoles no han conseguido unanimidad sobre el documento. Muy cierto : sólo que los obispos no han elevado a condición de bien espiritual la unidad de España. Consideran que esa unidad ha coadyuvado a la consecución de muchos bienes morales, de la misma manera que la abundancia no es mal momento para elevar el nivel de vida de la mayoría, pero no un bien moral en sí misma.

Y este libelo-editorial llega en el momento más oportuno, cuando el PSOE ha lanzado un documento sobre Constitución, laicidad y educación para la ciudadanía que no se hubiera atrevido a firmar Indalecio Prieto aunque no molestaría nada a Mao Zedong.

La historia de la progresía cebrianera o janlista es la misma desde hace 40 años: indiferencia ante todo menos frente a la Iglesia para la que se reserva odio eterno. ¿Por qué? Porque la Cristiandad es una amalgama de grandezas y miserias, de amores excelsos y odios vitriólicos, de fríos y calientes, de santos y criminales. Lo único que no es la Cristianad es indiferente. Por eso, la progresía cebrianera sólo siente odio hacia la Iglesia.

Para mí que es envidia. No todo el mundo puede presumir de ser hijo de Dios. Sólo los que le llaman Padre.

Eulogio López