Con gran acierto, el diario Expansión, abre su sección de Política edición del viernes- con el siguiente titular. La Administración pública tendrá poder para cerrar páginas web. Así lo acredita el anteproyecto de Ley de Medidas de Impulso de la Sociedad de la Información. Hasta el momento, las páginas web pueden ser cerradas por los jueces, más que nada para que los gobiernos de turno no ejerzan la censura con lo que nos les gusta. Está claro que se trata de incentivar a los funcionarios que trabajan vigilando la Red, o sea incentivar la sociedad de la información, como creo haber dicho antes.

El secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, ya se estrenó en el cargo con el borrado de todos los medios periodísticos independientes es decir, los de Internet- de la Guía de la Comunicación, el Who is who de la información española. Era una forma de censura en Internet. La otra, que Moraleda ha continuado con entusiasmo pero que ya comenzara su antecesor en el cargo, don Miguel Barroso, consiste en presionar a los anunciantes para que no acudan a Internet y, lo que es mucho más grave, denigrar a esos medios, por ejemplo, al que está usted leyendo. El lobby de editores acompaña esa campaña de denigración hacia los periódicos digitales y confidenciales de la www con entusiasmo. Reparen en que es en lo único que coinciden los poderosos eternamente enfrentados, como el consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, y el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez. Entre otras cosa porque la prensa libre critica a políticos y empresarios, pero también al político-empresario más poderoso de hoy, que no es otro que el editor de multimedias: Polanco, José Manuel Lara, Pedro J. Ramírez, José María Bergareche, Jaime Castellanos, Javier Godó, Antonio Asensio y creo que no se me olvida ninguno. En esos pocos nombres se concentra el mayor poder de la España de hoy, políticos y banqueros incluidos.

Es un lobby reducido con el que todo Gobierno quiere tratar, sea de izquierdas o de derechas (el Gobierno o los editores). Cuando los invitados al banquete controlan prensa radio y TV, y a todos ellos les puede reunir alrededor de una mesa sin necesidad de emplear micrófonos, el Gobierno está feliz. Se puede imponer la información y el pensamiento políticamente correctos sin muchos problemas. Es como negociar con media docena de ballenas: sencillo. Ahora bien, cuando en lugar de 6 ballenas te las ves con 6 millones de delfines, con microempresas que no necesitan mantenerse en el sistema para sobrevivir, el poder tiembla. Y cuando se generalice, que se generalizará, la figura del ciudadano-periodista, entonces no estaremos hablando de 6 millones de sardinas, sino de 6.000 millones, y alguno de ellos puede resultar que no sea delfín, sino tiburón.

Internet es un lugar donde con 1.000 euros un tipo, por ejemplo un periodista, puede jugar a ser Polanco. Dirá menos cosas, pero probablemente tan interesantes como la de PRISA, y sin duda con mucha más libertad. Y claro, eso no puede permitirse, hay que censurarlo.

Mejor haría el Gobierno en mantener lo bueno la libertad de la WWW- y perseguir lo malo la masiva utilización del anonimato para lanar la piedra y esconder la mano. A ver, Mister Bean, recuerde: lo bueno de Internet es la libertad, lo malo el anonimato. Hay que luchar contra esto y promocionar aquello, no al revés. De otra forma, caminamos hacia la progre-tiranía.

Eulogio López