Se trata de una batalla política e ideológica. Porque los homosexuales no quieren casarse, sino poder casarse. Tampoco quieren adoptar, sino poder adoptar. Es decir, el colectivo gay aspira a una equiparación de derechos, a un sello de normalidad ciudadana. Pero desde luego, no pretende ejercer esos derechos. Más que nada porque, como saben, el matrimonio es una institución caduca y trasnochada. ¿A que tiene gracia?
En una reciente reunión en un colegio mayor vinculado a la Universidad Carlos III, Beatriz Gimeno afirmó abiertamente que ella no pretendía casarse y que la mayoría de los homosexuales no cometería semejante error. O sea, que se trataba de molestar. Y lo han conseguido. Ya puestos, en este dominio del marketimg político que caracteriza al colectivo rosa, Gimeno critica la presencia del PP y la Iglesia en la concentración del Foro. Huele a una vuelta al nacional-catolicismo, afirma.
No señorita Gimeno. Lo que ocurre es que la norma que pretende perpetrar el Parlamento el próximo 2 de junio para celebrar el Día del Orgullo Gay ha soliviantado los ánimos de una gran parte de la sociedad. Pero vayamos a las falacias. Dice Gimeno que la presencia del PP en la marcha, incomoda a muchos peperos homosexuales. ¿A quién? A Biendicho. Retamos al presidente de la plataforma gay del PP a que haga un outing de los homosexuales del PP incómodos con el apoyo popular de la marcha además de él mismo.
Por contra, la apuesta homosexual del PSOE incomoda a muchos socialistas. La primera en practicar el outing hetero, la senadora socialista catalana, Mercedes Aroz. Pero nos consta que son muchos los que se encuentran incómodos con estas medidas e incluso que puede pasar importante factura electoral. Al fin y al cabo, Zapatero ha reconocido en privado que la causa homosexual no le importa. Entonces, ¿por qué tantas alharacas?