Sr. Director:

El feto es una identidad individual, singular e idiosincrásica, con unos rasgos particulares e irrepetibles. La descripción profana de que el feto es un limitado conjunto de células carente de cualquier semejanza con un ser humano es simplista y reduccionista, como sería presuponer que un ser humano adulto es, simplemente, un conjunto de células diferenciadas que realizan funciones específicas. Mas aún, si nos ceñimos a la cantidad de células, no olvidemos que el feto dispone de miles de neuronas más que cualquier humano adulto, y que estas neuronas ya tienen implícitas las señales químicas específicas para inervar o unirse al órgano que les corresponde.

El feto es un ser por naturaleza, lleva implícita la herencia humana y las características filogenéticas de la evolución humana. Nada es más puro que el propio feto, es la plasticidad del ser humano, la capacidad de mutabilidad y transformación de todas las cualidades humanas. Un ser con vida propia, en el que sus mecanismos de supervivencia no difieren del ser adulto. ¿Cuándo empieza la vida humana?, preguntan políticos denominados progresistas eruditos de la persuasión y la retórica. Y yo les respondo, la vida humana ya se inició hace miles de años señores, no hay más inicios de la vida, la vida se nutre de sí misma, la vida genera la propia vida, y por lo tanto, el nacimiento de un nuevo ser humano no es más que el contínuum de la propia vida en cualquiera de sus etapas de desarrollo. Lo que sí les debería preocupar es ¿cuándo se acabará con la vida humana?, ya que han abierto una ventana al homicidio legal del no nacido, no sería igual de progresista legalizar el homicidio de los seres humanos no productivos (ancianos, presidarios, niños, minusválidos). Si la prima tesis en la que se apoyan los Gobiernos pro-abortistas es legalizar el aborto, para evitar problemas psicológicos en las madres que no desean tener su hijo, ¿no estaría igualmente justificado legalizar el genocidio en  los grupos sociales no productivos para evitar problemas socioeconómicos?

Sin duda, la ley de despenalización del aborto es la ley del absurdo, la ley basada en el intento de justificación de algo injustificable, el legislar la vida. La vida es inlegislable, indecretable, intransferible e indispensable y sólo la propia vida es justificable. Sólo el ser humano es capaz de poner límite a su propia evolución, ningún ser irracional es capaz de tal aberración, sólo el humano y, precisamente, porque es racional.
 
José Manuel Sánchez