Sr. Director:

Me ha llamado poderosamente la atención estos días unos hechos que me han llevado a preguntarme: ¿Dónde están los tolerantes de este país? Porque, ¿qué me importa a mí lo que diga la Iglesia Católica a sus fieles o un pastor protestante a los suyos, si yo no estoy entre ellos? Por eso, no entiendo a los que atacan a esta institución. ¿Acaso no estamos en una democracia en la que hay libertad de expresión? ¿En nombre de qué se niega a la Iglesia Católica el derecho a exponer argumentos sobre los temas que afectan a los hombres y a la sociedad? ¿A qué viene ese miedo al cacareado diálogo? Nada de nada, que, al final, los políticos y lobbies adjuntos lo único que buscan es "quítate tú que me pongo yo" para hacer y deshacer al gusto.

Así se llama homófobo... a cualquiera que no siga el "pensamiento único" y se atreva a decirlo en voz alta. A cualquiera que sostenga que genial la homo-union, pero que eso no es matrimonio, por mucho que se empeñen en llamarlo igual. Que el hecho de que "se quieran" no es suficiente para
llamar a una unión entre dos "matrimonio", y que muy poquito es este ¿argumento? sentimental para hacer una norma jurídica, que teóricamente debería estar para alcanzar un bien o una utilidad para el bien común de la sociedad.

Total, que  viene la pregunta inicial: ¿Dónde están los que se jactan de ser tolerantes? Vale. Apliquemos la lógica. Cambiemos el contenido de matrimonio y lo que haga falta en el diccionario. Tolerante: persona con labia que presume de aquello de lo que carece (talante dialogante, humildad, etc.), no tiene escrúpulos para atacar y ridiculizar a los que no piensan como ella (a los que adjudica los talantes que ella tiene) y ha olvidado, entre otros significados del antiguo diccionario, el de "coherencia".

Teresa Fernández

tjfzambrano@hotmail.com