La OPEP es el más repugnante oligopolio que existe en el mundo. 11 países que controlan el 60% de la producción petrolera mundial marcan los precios según sus conveniencias políticas. La mayoría de esos once estados son tiranías y la peor de esa tiranía es Arabia Saudí, tan amiga del Occidente libre. Es decir, que el precio de la energía, el sector económico más importante de todos junto al alimentario, lo deciden un puñado de tiranuelos. O, lo que es lo mismo, once señores deciden buena parte del nivel de vida, de la política y de la economía de toda la humanidad.
La donosa decisión de la OPEP de aumentar la producción de crudo no ha sido bien acogida por los operadores, simplemente la consideran insuficiente, incluso para cubrir la disminución forzada de la producción venezolana.
Y no está claro que a Arabia Saudí no le guste la guerra que George Bush plantea frente a Irak, por más que el príncipe Abdalá le cuente al mundo las cuitas de su corazón atribulado. Para RIAD, Sadam Husein es peor enemigo que los ayatollás iraníes, más próximos a sus teorías fundamentalistas. En Arabia aún hay menos libertad religiosa que en Irán, y el grado de cumplimiento de los derechos humanos es muy aproximado.
En cualquier caso, la guerra es evitable, porque ya son muchos, incluso el aliado británico, quienes han situado a George Bush ante un grave dilema: si fuerza la guerra, romperá el frágil edificio del derecho internacional (toda guerra debe iniciarse bajo el paraguas de Naciones Unidas). En ese sentido, la guerra es evitable y debe ser evitada.
Ahora bien, nada de ello tiene que ver con el precio del petróleo. El precio del petróleo es un capricho de un puñado de sátrapas.