La fecundación asistida: semen masculino y óvulos femeninos, agitados en tubos de ensayo, ha contribuido a crear embriones humanos, que se encuentran congelados a disposición de los investigadores. Muchos occidentales, muchos españoles, ya tienen hijos en nevera que acaban muertos o donados a la ciencia para saciar el infinito ansia de notoriedad de unos científicos que manipulan seres humanos pequeñitos sin que hayan conseguido curar ni una gripe a los seres humanos adultos.
Uno, como buen periodista superficial, busca siempre imágenes que ilustren los procesos. Las he encontrado ayer. En un alargado reportaje de la 2 de Televisión Española nos explicaron, con todo tipo de detalles, el trabajo de los nuevos mamporreros equipos, científicos de primer orden que, eso sí, están estresando a las pobres yeguas y engañando a los propios caballos. No hay derecho.
Allí se nos mostró cómo el semental se acerca la yegua y se pone. Cuando está puesto, el susodicho se monta en la sudodicha pero, ¡ajajá!, ahí está el científico mamporrero para estafar a ambos: porque donde el semental introduce su pata tercera no es en el orificio de la yegua, sino en una vagina artificial. Vamos que al macho le toman las crines y a la hembra le dejen compuesta y sin novio. Bueno, con vaginas de cuero y penes de laboratorio. Eso sí, todo sea por la mejora de la raza.
Y aquí era donde yo quería llegar. Nada de eyaculaciones individuales de los señores y forzamientos hormonales a los señores, como en los laboratorios FIV. Lo que hay que hacer es engañar al varón para depositar sus fluidos en una vagina artificial. Sí, ya sé que eso es lo que se hace con seres humanos, además de con caballos, en los centros FIV pero el ceremonial es bien distinto.
¿Que me ha salido un artículo un tanto escabroso? No hombre no, lo escabroso es la fecundación asistida, porque las bestias se pueden -y hasta supongo se deben- producir, pero los seres humanos no se producen: se engendran o procrean. Es una cuestión de dignidad con el único ser racional y libre que existe en el planeta, elevado a la dignidad egregia de hijo de Dios. Son los mamporreros de la FIV, los científicos del siglo XXI. De hecho, creo que no deberían ser médicos ni biólogos los que dirigieran la fecundación artificial humana, sino veterinarios, que poseen mucha más experiencia.
Eulogio López
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