Sin atajar las causas, todos afirman que se alargarán las consecuencias. Y esas causas son tres: la especulación bursátil, el chantaje petrolífero de las dictaduras de la OPEP al mundo libre y las políticas alimentarias suicidas de USA y UE

Comenzó hace un año, en agosto de 2007, y le llamaron la crisis de las 'subprime' porque de alguna manera había que llamarle. Lo cierto es que las 'subprime' era la punta del iceberg, y la verdadera razón del derrumbe bursátil fue la especulación financiera realizada, no sólo sobre hipotecas 'subprime', sino sobre otro montón de productos, especialmente a través de la titulización de activos, y la actividad especulativa de fondos de capital riesgo, fondos de alto riesgo y otros operadores que nada aportan a la economía real pero que puede fastidiarla mucho.

Lo cierto es que hasta en Estados Unidos sigue imperando el discutible principio de que la banca no puede quebrar, porque constituye el sistema de pagos del país.

Es más, tras un año de crisis, se ha impuesto la teoría fatalista de que las crisis son tan inevitables como insalvables. Se sufre una crisis como quien sufre una virus y es el propio organismo quien debe neutralizarlo: sólo hay que esperar.

Desde luego, ningún líder mundial se ha propuesto pararle los pies a los bancos de inversión o reformar la normativa fiscal para distinguir según el tiempo de duración de una inversión y el apoyo que prestan a la empresa.

Segunda causa de una crisis que amenaza con ser la más seria de toda la era moderna: el chantaje de las 11 dictaduras de la OPEP al mundo libre -aunque es cierto que la especulación con materias primas ha contribuido al aumento del precio del crudo- sin que Occidente haya reaccionado asegurando su soberanía económica con la energía nuclear.

Por último, la crisis más profunda de toda la edad moderna coincide con un alza del precio de los alimentos, como consecuencia de las leyes europeas y norteamericanas, verdaderamente suicidas, que han pagado millones de dinero público para convertir en barbecho tierra de cultivo y reducir las cabañas ganaderas. De esta forma, se ha terminado con una buena parte del capital humano agropecuario de Occidente, además de destrozar la capacidad de producir alimentos del Tercer Mundo falseando la libre competencia con la subvención de alimentos.

Un año de inactividad esperando que el organismo digiera el virus: y le está costando.