En Jaén y en todos los pueblos de esta extensa provincia tenemos muchas celebraciones y festividades, pero si alguna cobra un realce especial es nuestra Semana Santa. A la vez, siendo parecida, es muy diferente a la de otras localidades andaluzas. Y, no digamos nada, si la comparamos cómo se vive en otras Comunidades.La tradición de innumerables generaciones, ha hecho que se interiorice y exprese esta eclosión de fervor popular en diferentes cofradías y hermandades, que están deseosas de este ansiado momento para vivirlo con intensidad y sentimiento. Nuestras calles, plazas, y rincones de la ciudad se convierten en lugares mágicos para la escenificación de una auténtica catequesis del Misterio.
El ritual del incienso, las velas, las bandas de música, los centros de flores, excitan los sentidos que gozan del azahar primaveral, y arrancan profundos sentimientos de emoción, dolor y a agradecimiento ante la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que, acompañado de nuestra Madre la Virgen Dolorosa, nos enseñan la importancia y significado de la Cruz y el sufrimiento en nuestras vidas. Estos días santos tocan el nervio central de nuestra Fe, que sin pudor se exterioriza en imágenes, que es imposible que callen ante tan magno acontecimiento, y en donde se aparcan ideologías partidistas o divisiones, porque el mensaje que se transmite es de amor inenarrable.
Existe la tentación, no obstante, de que esta celebración se limite a una sensacional escenografía, sin que se opere una verdadera transformación y conversión de nuestro corazón, que es a lo que nos invita la Pasión del Señor. Habremos vivido bien la Semana Santa si logramos tener unidad de vida; como frecuentar los sacramentos con asiduidad, realizar el trabajo con perfección, olvidarnos de nosotros mismos, o en sentir un orgullo santo de nuestra fe, siendo coherentes con sus exigencias, y transmitirlas con el ejemplo a los demás.
Javier Pereda