Me lo cuenta un sacerdote con muchos años de experiencia: cuando estuvo destinado en Palencia -años 90 del pasado siglo, y la cosa no ha hecho más que empeorar- se pagaban 500 pesetas (que antes de la entrada en vigor del euro, en 1992, era una cantidad respetable) por una forma consagrada.
¿Quién podía querer hostias consagradas Pues naturalmente los satánicos, los endemoniados. No los poseídos, pues el demonio sólo puede poseer el cuerpo, sino los verdaderos endemoniados, que son los que entregan su alma. No, no hace falta firmarlo por escrito. Ya decía Clive Lewis que es Fausto, no Mefistófeles, quien exhibe la crispada consagración en sí mismo que es la marca del infierno.
Pues eso, que la abominación de la desolación ya viene de atrás, y que la batalla final será la batalla por la Eucaristía, hoy profanada como nunca. Los sacrilegios hoy no son excepción, son norma. Y al más perdido de los humanos se le permite jugar con muchas cosas pero no con la Eucaristía, porque la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, vive de la Eucaristía.
Cuando hablo de profanaciones no me refiero tan sólo a la compra-venta de por tres euros de una forma consagrada. ¿Quién puede anhelar la posesión de una hostia consagrada Sólo un endemoniado porque, naturalmente, para un chorizo común, unos trozos de pan sin fermentar no poseen ningún valor de cambio. Cuando se roba o se compra una forma consagrada todos sabemos para qué y para quién es: para alguien que no duda de la Divinidad de Cristo. Ya se sabe que el demonio es un tipo con mucha fe. Es más, no alberga la menor duda acerca de la existencia de Dios y acerca de quién es Dios.
Hoy, las profanaciones y los sacrilegios son continuos, entre el satanismo que quiere destrozar a Dios y la necesidad o increencia de los que desprecian a Dios.
Vamos con éstos últimos. Ese mismo sacerdote, miembro de una congregación religiosa que ha atravesado una crisis pavorosa, se ha negado a permitir que alguien le sustituya, o le ayude, a la hora de repartir la comunión: "¿Qué sé yo -argumenta- de la vida de alguien a quien acabo de conocer para depositar en sus manos al Santísimo A lo mejor vive en situación irregular. Y sobre todo, ¿por qué me piden eso en ceremonias en las que sobramos los sacerdotes"
Recuerdo, también que cuando en Hispanidad hemos intentado investigar las profanaciones de sagrarios, la policía nos ha respondido que esto es cosa de chorizos y que, además, no puede considerarse un delito, ni tan siquiera una falta, robar un pedazo de pan. Es decir, que no esperen nada ni de la policía ni de los tribunales. Al Santísimo hay que protegerle con nuestros propios medios, a pelo.
Y, sin embargo, los sacrilegios, pacíficos o menos pacíficos, es lo más grave que está ocurriendo hoy. Bueno, eso y la ingente cantidad de cristianos que no creen que el pan y el vino sean el mismo Dios, Creador, Redentor y Padre, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Pero Satán no sólo lo cree. Lo sabe. Y ahí dirige su ataque. Por de pronto, por no creer eso vivimos un inminente peligro de cisma en la iglesia. Lo segundo, el peligro es que sea Cristo quien abandone los sagrarios y que, en la esfera civil, empiecen a cerrarse templos, suprimir la eucaristía o sencillamente, sustituir a Dios por otra cosa… y no quiero ni vislumbrar de qué podría tratarse.
¿Cuál es el remedio Lo dejo para mañana. Pero, por el momento, sepan que la batalla eucarística no se librará en un futuro próximo: ya se está librando.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com