Según el Alto Tribunal, no es de su incumbencia. Y todo ello sin motivarlo. El caso Ferrín obliga a replantearse la justicia de arriba abajo. El problema en España es la corrupción ideológica de jueces y fiscales, esto es, su sectarismo. Tanto el PSOE como el PP pretenden una justicia políticamente correcta, es decir, injusta Hispanidad ha suspendido la cuestación por el juez Ferrín que manteníamos abierta en unión con otras asociaciones, lo que no significa que abandonemos esta batalla trascendental, no sólo por la justicia sino también por la familia.
Hasta ahora se habían recaudado 37.000 euros, y no saben lo agradecido que quedo a los lectores que han aportado fondos para intentar paliar, que no solventar, la injusticia manifiesta e interesada de este todos contra Ferrín.
En total, el Estado reclama cerca de 100.000 euros a Fernando Ferrín, el juez más perseguido, mucho más que Garzón, tanto por el PSOE como por el PP, tanto por los medios progresistas de derechas como por los de izquierda. Ahora mismo, el cruce de recursos aconseja esperar hasta que se sustancie definitivamente el asunto. Y no les engaño, no tiene buena pinta. Al menos, Ferrín ha podido hacer frente a los primeros pagos.
Pero la cuestión de fondo va mucho más allá. Como ya he explicado, el pecado de Fernando Ferrín ha sido intentar que una niña contara con un padre y una madre. Dos lesbianas querían prohijar a una niña y el juez intentó aplicar un poco de sentido común: es decir, se tomó su tiempo para que los especialistas -¿existen especialistas en esta materia?- dictaminara. Y, claro está, ni el PSOE ni el PP podían admitir tal desafuero. El axioma progresista dice que dos gays o dos lesbianas pueden educar a un niño igual que una familia liderada por un hombre y una mujer, y no permiten que ni tan siquiera se reflexione -se abra un diálogo- sobre el asunto.
Naturalmente, en un mundo donde la verdad no existe, los jueces se han convertido en los modernos profetas, en las referencias morales de un mundo que no acepta ningún principio moral objetivo. En plata, no se admite lo políticamente incorrecto pero mucho menos que un juez se atreva a ser políticamente incorrecto. Ferrín lo era y se jugó en ello todo su espléndido currículo profesional. Ferrín ha sido condenado por ser coherente.
A partir de ahí, tanto la izquierda como la derecha, el PP y el PSOE (de hecho, ha sido el PP quien más daño le ha hecho), los dos que controlan el Consejo General del Poder Judicial como si fuera un Parlamento bis, le volvieron la espalda. Algunas de las sentencias que han jalonado su caso ni tan siquiera han sido motivadas. ¿Para qué? Ferrín es un apestado y ya estaba condenado antes del juicio oral.
Ahora, el Tribunal Constitucional asegura que no es materia propia sin motivar el porqué. La más alta instancia jurídica de la nación ha decidido no admitir a trámite un caso de persecución manifiesta de una persona.
Por eso Hispanidad y otras instituciones y, medios lanzaron la cuestación pro-Ferrín. Miren ustedes, si hay algo en lo que los españoles no confían es en sus politizados tribunales. Tengas juicios y los ganes es lo que sigue pensando el español. Y ojo, no por corrupción económica de jueces y fiscales, sino por algo peor: por corrupción ideológica, esto es, por sectarismo.
Dos conclusiones: al igual que ocurre con la objeción de conciencia, en el caso Ferrín no podemos ceder. Hay que dar la batalla hasta el final: en los tribunales, aunque ya sabemos la respuesta, en los medios, que le han crucificado y en el ámbito personal de cada cual. En los tribunales ya sabemos que no hay nada que hacer, pero se trata de no apagar la hoguera, porque el caso Ferrín supone una espina clavada en la conciencia de los profesionales de la justicia. Y la conciencia es un animal que siempre parece dormido pero que cuando despierta, hace temblar a los más osados.
En segundo lugar, el caso Ferrín exige replantearse la justicia desde el comienzo. En mi opinión, la única manera de limpiar el escenario es la justicia popular. Sé que este término tiene mala prensa quizás porque no se entiende lo que es. El ejemplo que más se aproxima a lo que propongo en el norteamericano, y pocos, salvo los profesionalmente afectados, los profesionales del ramo, los que cobran del Sistema, dejarían de elegir la justicia norteamericana si les dan a elegir entre su modelo y el nuestro.   
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com