Y tras el encuentro con las religiosas, les llegó el turno a los profesores universitarios. Mediodía del viernes 19 de agosto, en El Escorial. Asunto central: la verdad. Natural: el cuerpo doctrinal de Benedicto XVI podrá resumirse así en el futuro: la verdad existe y el hombre puede encontrarla.
Comenzó el Papa recordando que allí, en El Escorial, razón y fe se han fundido armónicamente en "uno de los momentos más renombrados de España". Interesante y ocultada alusión a un periodo de la Historia de España, el de Felipe II y la evangelización de América, que pretende ser ignorada por lo políticamente correcto. Pero dejemos eso.
A continuación, Benedicto XVI rememora sus pasos en la universidad y recuerda las palabras de Alfonso X el Sabio, quien definía la universidad como "el ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad de entendimiento".
Pero enseguida llegó al meollo de su mensaje a la comunidad académica en esa JMJ: "La cultura no es capacitación técnica... Eso es una visión utilitarista".
Necesitamos hablar de "algo más elevado que alcance todas las condiciones del ser humano" para no caer en una "visión reduccionista y sesgada de lo humano". Traducción libre del abajo-firmante: se va a la universidad para aprender, no para encontrar trabajo.
Y más: "La universidad es donde se busca la verdad. No es casualidad que fuera la Iglesia quien promoviera la institución universitaria".
En resumen, ¿qué distingue al Cristianismo del discurso cultural imperante? Pues en que la Iglesia sí cree en la verdad y en la capacidad de la razón humana para encontrarla, incluida la existencia de Dios.
Y entonces, ¿cuál es la definición de un maestro, de un profesor universitario? Es aquella persona "abierta a la verdad total".
Apertura que no debe reservarse a la vida adulta ni esperar a la edad provecta, porque, como recordara Platón: "Busca la verdad mientras eres joven pues si no lo haces luego se te escapará de entre las manos".
Sí, "verdad y bien están unidos", pero, lo que es más importante, también lo están "conocimiento y amor".
La cosa parecía clara pero es entonces cuando llega el indesechable matiz final de Benedicto XVI, cuando denuncia el mayor peligro para el profesor e investigador universitario: "La vanidad cierra el camino hacia la verdad". Vamos, que el hallazgo de la verdad, además de enfrentarse a la complejidad del universo, se topa con la vanidad del investigador. Los claustros saben mucho -o al menos sufren mucho- de vanidad.
Miriam Prat
miriam@hispanidad.com