Sr. Director:
Hoy la mañana amanece teñida de melancolía y de tristeza. Tristeza porque se ha muerto Loyola, y melancolía porque me hubiera gustado que nuestra amistad desde la infancia hubiera sido más frecuente y cercana. Con la pesadumbre en el alma intento recordar nuestra trayectoria común desde los años cincuenta en Deva (para mí Deva se sigue escribiendo con V) hasta nuestros últimos contactos con ocasión del trabajo de mi hija Bárbara en la Comisión Europea en Bruselas, en donde formó parte de su Gabinete.
Nuestra casa en Deva estaba frente por frente de la que había sido del General Lersundi, un pequeño palacete de estilo francés con un jardín frondoso de magnolios y tilos en cuyo centro había un estanque con surtidor, lleno de musgo y hojas secas. En ese jardín jugaban unos niños con los que, en más de una ocasión y en ese mismo estanque, me dediqué a pescar renacuajos, que metíamos en botes de cristal para observar su metamorfosis. Entre aquellos niños, bisnietos del General, estaba Loyola. Éste es mi primer recuerdo suyo. Después, la vida nos llevó por caminos diferentes, con encuentros casuales y esporádicos pero siempre reconociéndonos con gran alegría. En uno de aquellos encuentros, teniendo cerca de veinte años, me propuso hacer el Camino de Santiago en burro. Aquella "burrada", evidentemente, no cuajó, por lo menos en lo que a mi respecta, pero da una idea muy precisa de su carácter decidido y emprendedor, como luego demostró a lo largo de su brillante carrera política, que he seguido con interés a través de los medios.
Nuestra amistad a distancia se acercó de nuevo cuando Bárbara fue a trabajar a su gabinete en Bruselas. La última vez que hablamos fue por teléfono, cuando me llamó para agradecerme una acuarela de Deva que le envié, y en la que se veían nuestras casas, hoy desaparecidas. Casas que estaban en la calle de Ifarkale, conocida también popularmente como "Calle de los Muertos" ya que por ella pasan todos los entierros, al encontrarse entre la Iglesia y el cementerio. Cementerio en el que el que mi familia tiene una sepultura muy cerca del panteón de los Lersundi, en el que a partir de hoy descansará Loyola.
Ignoro si por fin Loyola llegó a Compostela a lomos de burro. De lo que sí estoy seguro es de que hoy ha alcanzado las estrellas.
Querida Loyola: No sé si has podido sospechar la tristeza que hoy me invade. Pero quiero que sepas que, desde nuestra fe compartida, estoy convencido de que, de vez en cuando, y en las ocasiones más inesperadas, seguiremos encontrándonos.
Joaquín de Cárdenas
joaquindecardenas@yahoo.es