Publicamos el análisis del periodista Jorge Scala sobre las elecciones argentinas del pasado domingo. Un informe exhaustivo que pone en duda el hemos ganado del actual mandatario argentino. En Hispanidad seguimos insistiendo en que la esperanza de cambio en la Argentina para 2007 está en la ascendente Elisa Carrió, una política que ha dado un viraje sorprendente, y en Mauricio Macri, el empresario sensato que quiere acabar con la impunidad en la Argentina.
No olvidemos que a Kirchner le encanta la violencia piquetera, que a veces en poco se distingue de la delincuencia común. Por otra parte, el ascenso de Elisa Carrió o de Mauricio Macri pone en entredicho, no sólo a Kirchner, sino a todo el movimiento peronista. Dicho de otra forma, en la Argentina, la política está abierta.
El domingo 23 de octubre se realizaron elecciones legislativas en la Argentina. Se renovaron la mitad de la Cámara de Diputados de la Nación, y un tercio de la de Senadores. Para el presidente Kirchner era la prueba de fuego, pues se trató de la primera elección luego de acceder a la presidencia de la República. Luego de cuatro horas de concluidos los comicios, aún no se había anunciado ningún resultado oficial. Sin embargo, a esa hora ya estaban escrutados más de la mitad de los votos, en todas las circunscripciones, por lo que la tendencia de la elección era irreversible. Los electores sólo podíamos acceder a las proyecciones efectuadas por los medios de prensa afines al gobierno nacional. La manipulación de la información por parte del gobierno se hacía evidente. Todos nos preguntábamos cuál podía ser la causa de tanto bochorno. La respuesta requiere un somero análisis. Allí vamos:
Kirchner fue elegido presidente de la República con sólo el 22% de los votos válidos. El peronismo presentó tres candidatos presidenciales -eso explica su escaso caudal electoral-, pero ni bien fue proclamado vencedor, su partido unificó la representación parlamentaria, dándole todo el apoyo que le pidió, incluso al punto de transformar al Congreso de la Nación, en una suerte de apéndice del Ejecutivo, violando así la división de poderes. En estas elecciones, la cuestión se planteó diferente para el peronismo; pues se presentó dividido en varias provincias, entre los candidatos de Kirchner, y los de sus opositores internos -Duhalde, Menem y Rodríguez Saa-.
Antes de las elecciones, Kirchner tenía 129 diputados -contra 125 de la oposición-, y 40 senadores -frente a 32 opositores-. Luego de las elecciones del domingo pasado, Kirchner descendió a 107 diputados -ante 147 opositores, entre ellos 24 justicialistas disidentes-, y a 39 senadores -contra 33 de la oposición, entre ellos 6 disidentes-. A nivel global, el presidente pasó al 36% de los votos. Kirchner perdió -y por amplísimo margen- las elecciones en 3 de los 5 distritos más importantes: Capital Federal, Santa Fe y Mendoza; ganando sólo en Provincia de Buenos Aires y Córdoba.
Para comprender mejor estos datos, es importante compararlos con los obtenidos por los presidentes anteriores, al momento de ser elegidos, y en su primera renovación parlamentaria. Alfonsín tuvo 129 diputados cuando fue electo, y los mantuvo en la primera renovación legislativa. Menem al ser elegido tuvo un bloque de 112 diputados, que aumentó a 124 en la renovación parlamentaria. Al ser reelegido presidente, Menem tuvo un bloque de 132 diputados, que descendieron a 119 en la siguiente renovación de legisladores. De la Rúa ingresó a la presidencia, con un bloque de 102 diputados, que descendió a 80 en la primera renovación parlamentaria, pocos meses antes de su renuncia.
Como puede apreciarse, el descenso de legisladores kirchneristas, en la primera renovación de parlamentarios, es sólo comparable al del renunciante ex presidente Fernando de la Rúa. Esta -para el oficialismo- cruda realidad, explica la injustificada demora para dar a conocimiento público los resultados numéricos de la elección. En ese tiempo, la domesticada prensa oficialista, se preparó para manipular las cifras, y hacer creer a la opinión pública, que la derrota fue una gran victoria
La política de Kirchner, de estéril e injusta confrontación con vastos sectores de la población -Iglesia, sindicatos, empresas, fuerzas armadas, docentes, etc.-, ha mostrado sus límites: encolumna un tercio de la ciudadanía, pero genera repulsa en los dos tercios restantes. El régimen kirchnerista comenzó su declive, que será más o menos lento, pero inexorable. Los argentinos de bien debemos prepararnos para el postkirchnerismo, generando alternativas de poder. Cuanto antes, mejor.
Jorge Scala