Como suele suceder en estas ocasiones, las excepciones al final se convierten en mayoría y en el fondo la prohibición es simplemente formal, pero no real.
El Senado francés aprobó por 170 votos contra 157 la revisión de la ley de bioética que existía en 2004. Esta nueva ley se revisará de nuevo dentro de siete años y mantiene la prohibición con una serie de excepciones, a la investigación con embriones humanos. Pero no hay que llevarse a engaños. El mismo vicepresidente del Comité Consultivo Nacional de Ética (CCNE), Pierre Le Coz, ha manifestado que ha participado "personalmente en trabajos del consejo de orientación de la Agencia de Biomedicina durante tres años", y siempre se ha "autorizado la investigación con embriones sin demasiadas dificultades: los dossiers rechazados han sido pocos".
Pese a ello, no han faltado los argumentos de tipo ideológico y pseudo científico que denuncian que las prohibiciones son injerencias teológicas o que dejarán la investigación francesa "muy retrasada respecto a otros países". En primer lugar porque no hay ningún elemento teológico por decir que desde la fecundación existe una persona humana sino que existe datos científicos y filosóficos en esa afirmación, y si implica un retraso científico, entonces habría que aplaudir a todos los médicos nazis que usando como pacientes a judíos, católicos o gitanos, lograron numerosos avances en la neurología o los efectos de la radiación (seguramente estarían a favor de haber seguido empleando a más judíos en pos de la ciencia).
Como suele suceder lo que se ha logrado es colocar esa brecha que permite cierta tranquilidad de conciencia al legislador, que cree que con la prohibición no se permite la experimentación con embriones humanos, pero en el fondo abre la puerta de atrás con las excepciones que luego no son tales.
Bien lo expresó el portavoz de la Conferencia Episcopal Francesa, monseñor Bernard Podvin, cuando dijo: "Pobre embrión humano. Diría que en este momento Bruselas y Europa tienen mucho respeto por tu...¡homólogo' animal! ¿Habrá un metro ético más favorable para los seres animales que para los seres humanos?".
Parece ser que sí.
Juan María Piñero
juanmaria@hispanidad.com