Tampoco podrá hacerlo inmediatamente, cuando acaba de forzar la sexta prejubilación de directivos cincuentones y cuando acaba de declarar ante la plantilla que no le gustan los empleados del BBVA con más de 50 años. Al tratarse del reglamento interno, no es necesario someterlo a la aprobación de la Junta de Accionistas, un pequeño detalle que demuestra, una vez más, que la Ley de Sociedades Anónimas protege al directivo frente al propietario.
Y, hablando de directivos cincuentones, la última hornada de prejubilados ha tenido consecuencias de todo tipo. Por ejemplo, Vitalino Nafría tardó horas en recoger sus enseres personales y marcharse a su casa. Por el contrario, José María Abril ha preferido regalarle al banco un mes más de trabajo para ejecutar una sucesión ordenada.