Ponen una panadería, cualquier pequeño comercio, consiguen una furgoneta para transporte o se sacan la licencia para servicio doméstico o para cuidar de nuestros niños y de nuestros viejos. Son los emigrantes-autónomos, ‘cuentapropistas' de baja estatura pero brioso corazón. Están dispuestos a salir adelante en España, especialmente los hispanoamericanos, trabajando el doble y cobrando la mitad. ¿Si trabajaran tanto podrían salir adelante en sus países? No, porque no tienen donde hacerlo ni quien les pague, porque no existen infraestructuras sociales.

Pero el hecho de que se disparen los autónomos –es decir, los emprendedores que se atreven a correr un riesgo- entre la población inmigrante no puede ser recibido más que con aplausos. Están pagando impuestos, están haciendo crecer la economía española y, a la vez, los españoles –no entiendo que se pueda ver de otra forma- tenemos la posibilidad de ayudarles a salir de la miseria. Por ejemplo, con la aportación del sistema sanitario español, por ejemplo, dando trabajo a los colegios e institutos públicos, es decir, a licenciados y maestros. Desde España, estamos elevando el nivel higiénico, sanitario y cultural de muchos países iberoamericanos.

Gracias a la sociedad mestiza que estamos creando, la economía española está creciendo por encima de la media europea. No es que el vicepresidente Solbes sea un mago. Más bien es un vago, al que sólo su ex secretario de Hacienda, y actual gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, tenía la caradura inmensa de venderlo como un éxito: la escasez de medidas económicas. La política económica de Solbes no merece en economía ni un aprobado ni un suspenso: merece un "no presentado", peca, y gravemente, de omisión.

Ahora bien, la inmigración ha venido a salvar su gestión a través de un alto crecimiento del PIB. De hecho, los inmigrantes han resultado positivos para todos los aspectos económicos excepto para uno: han contribuido a reducir los salarios, ya de por sí bajos, en España. No le han quitado el puesto de trabajo a nadie, porque nadie quería los trabajos que ellos cogen, pero han forzado a la baja la escala salarial, porque están dispuestos a trabajar por menos dinero que los españoles. Y eso es malo.

Y digo más: la izquierda (si es que el PSOE es izquierda) se está comportando mejor con los inmigrantes que la derecha (el PP sí es derecha). No me gusta que les exijan contrato de trabajo, dado que en muchos países es imposible, pero al menos han abierto la mano. Las regularizaciones que tanto critica Nicolás Sarkozy es lo mejor que ha podido hacer ese desastre con patas que, en todo lo demás, es Rodríguez Zapatero. No es que España deba cerrar sus fronteras con Europa para que a través de España los inmigrantes (Tratado Schengen) no se metan en Europa. Es que es el conjunto de Europa quien debe abrir sus fronteras a quienes buscan una vida mejor. No es ZP –un desastre, insisto, en todo lo demás- quien debe rendirse ante Merkel o Sarkozy, sino éstos quienes deben adoptar una postura aún más abierta y solidaria con los inmigrantes que ZP.

Entonces, ¿por qué la sociedad española todavía considera que la inmigración es uno de los grandes problemas? Pues por la falta de identidad y de patriotismo (lo dice el abajo firmante, que de patriotismo va muy justo) que asola España, y de la que es buena muestra, causa y consecuencia, el Zapatismo. Si el español no se respeta a sí mismo, ni respeta su historia, ¿cómo pretende que lo haga el ecuatoriano, el marroquí o el rumano? Dicho de otra forma: es injusto cerrarle la frontera al inmigrante que busca una vida digna, pero es imperioso que, junto a esa apertura, se exija a esa población que respeta las señas de identidad del país que le acoge. Con la misma generosidad con la que se abren las fronteras se deben vigilar esas mismas fronteras para que en lugar de emigrantes entren delincuentes, o gente que odia a España y a los españoles. La política migratoria ideal es aquélla que abre las fronteras sin restricciones y, al mismo tiempo, pone en la frontera, mirando hacia fuera, a aquel que no respeta las normas de convivencia y las leyes del país que le acoge. Apertura máxima y deportación inmediata: este es el juego.  

Pero claro, para que te respeten los demás, primero debes respetarte tú. Que no significa respetar a tu persona, si no respetar tu historia, la tradición (lo que no es tradición no sólo es plagio es también estafa). El problema del Zapatismo es que mantiene un antiespañolismo que no es cabreante: es suicida.

 

Eulogio López