Por eso no sabía que estaba cazando en Andalucía y por eso sabía que para no dimitir lo único que hay que hacer es negarse a ello.
Con el juez Garzón ocurre lo mismo: a un juez nos se le pide que sea justo sino que sea ecuánime, porque los jueces no imparten justicia sino leyes. Es evidente que Garzón no sólo no es ecuánime, sino que es un sectario rencoroso que vive, al igual que el presidente del Gobierno, en los años 30 del pasado siglo... con las armas del siglo XXI.
Pero ni Bermejo ni Garzón dimiten: saben que cuando llueve escampa y que el que aguanta, gana. Es el reino de la impunidad: éste es el peligro temible.
Y lo mismo puede decirse del hombre de los 200.000 euros, comisario general de Policía Judicial, Juan Antonio González, íntimo de Rubalcaba, o la fiscal Dolores García, otra amante de las actividades cinegéticas.
No me gusta hacer leña del árbol caído, pero el señor Bermejo no ha dimitido, le han dimitido. Un cese como una catedral, demostrable por el hecho de que el mismo ministro, con su chulería habitual, se enfrentó a la bancada popular y les advirtió que no dimitiría.
No, la impunidad reina en España, pero también la tiranía. ZP ha obligado a Bermejo a dimitir porque la chulería del ministro no encaja en el diálogo y el talante, en ese espíritu blandito que ZP ha imprimido a la política, conocido como el síndrome del crustáceo. Duro por fuera y blandengue por dentro.
ZP tiene un olfato especial para el voto, y no estaba dispuesto a que Bermejo se los arrebatara. La verdad es que el verdadero jefe del comisario González, así como el propio Garzón, no reportan a Bermejo, sino a Rubalcaba. Pero 'Rasputín' es un personaje demasiado importante para ZP como para que dimita.
Lo dicho. Impunidad. Por ahora se ha roto, sólo en Bermejo, pero es una impunidad rota a la fuerza, por un interés superior, es decir, inferior: el de ZP por permanecer en La Moncloa.
Eulogio López
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