España le debe mucho a Adolfo Suárez, y se le debe como político, nos deja un gran testimonio para la vida pública.
Pero no solo porque ha sido un hombre de profundas convicciones cristianas, que sin duda fueron decisivas para su saber hacer en la esfera pública y también para afrontar con entereza y esperanza numerosas dificultades personales.
Sino que también por su amor por España que fue fundamental para reforzar los vínculos que a todos nos unen y para reconocer la diversidad que a todos nos enriquece.
Nunca lo tuvo fácil. Su etapa como Presidente del Gobierno fue especialmente compleja, lastrada por una feroz crisis económica, por una situación dramática con el terrorismo de ETA y con unos compañeros de viaje, tanto dentro como fuera de su partido, que no siempre fueron justos ni leales con el Presidente.
Finalmente no quiero pasar por alto y, por tanto, reconocer que ha sido emocionante ver una vez más, en estos últimos días, el ejemplo que ha dado su familia, unida al pie de la cama, sabiendo acompañar a Suárez en los últimos momentos de su vida y al mismo tiempo atendiendo con delicadeza y transparencia a los medios de comunicación.
Sólo me queda decir: Descanse en paz, Adolfo Suárez, desde el reconocimiento agradecido de todo cuanto le ha dado a España
Juan García