Otro colegio, en este caso asturiano, ha decidido suprimir las celebraciones escolares de la Navidad, apuntando dos razones de gran calado, similares al centro zaragozano pionero en la materia: falta de tiempo y de medios y presencia en el centro de alumnos de otras religiones. Al igual que en Aragón, los socialistas, que mandan en ambas comunidades, se han lanzado a aplaudir la decisión desde el Gobierno, mientras los padres, que mandan poco, tanto en los centros privados como en los públicos, consideran que ya está bien de milongas y que sus hijos se lo pasan estupendamente preparando la fiesta de Navidad.
La verdad es que, desde el Ministerio que preside Mercedes Cabrera se está animando a sindicatos de profesores y a las asociaciones de padres a seguir la misma estela. Lo importante es que sean las asociaciones, por ejemplo la de defensa de la educación pública, minoritarias en el sector pero muy activas y mejor subvencionadas, así como los sindicatos de la enseñanza pública (en la enseñanza privada, concertada o no, las centrales tradicionales, como CCO y UGT apenas tienen implantación) quienes adopten este tipo de iniciativas, más que nada para que parezca que la revolución viene desde abajo, aunque en vedad procede del Gobierno.
En el Gobierno Zapatero hay quien apunta por la llamada Tercera vía contra la Navidad, a la que aluden como Vía Gallardón: celebrar las fiestas pero secularizándolas, con ornamentos que suprimen los símbolos navideños, es decir, religiosos, mientras se sustituye la celebración del cumpleaños de Jesucristo por proyectos filantrópicos.
No van a tener éxito. En los dos centros-piloto muchos padres, incluso reconocidos como simpatizantes de la izquierda, consideran que esta medida sectaria sólo consigue desilusionar a la chiquillería. Lo cierto es que con la Navidad no logró terminar ni Stalin.