Esto no es un cuento con moraleja. Es la historia real de un joven peruano que tenía una entrevista para un puesto de trabajo en una oficina bancaria. En el barrio donde vivía -una zona marginal de una población donde hasta hace algunos años imperaba la violencia pandillera- la noticia corrió como la pólvora, y todo el mundo se movilizó para conseguir que la policía, con el permiso judicial correspondiente, borrara sus antecedentes penales. Ahora aquel joven, relata Xavier Urios, director de desarrollo de los jesuitas de Perú, y uno de los responsables de Entreculturas, es un padre de familia que trabaja en la entidad financiera como responsable de la Caja fuerte del banco.

 

En el barrio de El Agustino, uno de los más duros de Lima, han desaparecido las pandillas

Esta historia no hubiera sido posible sin la justicia juvenil restaurativa, un sistema de redención de la juventud mediante el ocio y la educación que ha conseguido reducir sustancialmente la delincuencia en un país destrozado por veinte años de conflicto armado interno, y donde la incidencia de la actividad de las pandillas era muy alta en barrios como El Agustino, en Lima. José Ignacio Mantecón, el Padre Chiqui, llegó allí hace 15 años y ya lleva afincado 30. En la capital de Lima goza del carisma de una estrella de rock o un futbolista galáctico. Y muy pronto comprendió que las pandillas -donde los jóvenes con familias a las que apenas ven encuentran su primer 'hogar-' pueden convertirse en el primer peldaño de una carrera delictiva y en mano de obra del crimen organizado. Mediante la puesta en marcha de centros formativos, que ofrecían alternativas de ocio, actividades y educación a los jóvenes -desde clases de hip-hop, deporte o conciertos de rock o chocolatadas hasta formación educativa- la situación de los chavales en el barrio mejoró sustancialmente.

 

Gracias a la justicia juvenil restaurativa,  la reincidencia de la delincuencia juvenil ha disminuido considerablemente

Hace quince años, el líder de los Picheiros, la pandilla más numerosa y temida de El Agustino, se acercó al padre Chiqui y le pidió colaborar con él, reparar todo el mal que habían hecho y buscar una salida positiva para sus jóvenes. Sully, el joven delincuente que acababa de salir de la cárcel, fue quien planteó al padre Mantecón la posibilidad de crear la Asociación de Grupos Juveniles del Agustino Martin Luther King para que otros como él no tuvieran que pasar por esa experiencia. El Agustino ha sido un barrio con unas condiciones de vida muy duras, donde el índice de delincuencia era muy elevado. De la conversación entre el sacerdote y el líder de los Picheiros surgieron cuatro líneas de trabajo que los mismos pandilleros quisieron impulsar: educación y formación, deportes, obras de reparación a la comunidad y empleo y trabajo. Aquello fue en cierto modo el germen del concepto de la justicia juvenil restaurativa. "Los jóvenes -afirma Xavier Urios- sentían que debían reparar una deuda por el daño que habían hecho a la sociedad, y querían llenar las calles de alternativas para los pequeños del barrio". Actualmente no hay pandillas en El Agustino, sino asociaciones juveniles con nombres de líderes pacifistas.

Además, se consiguió que los menores, cuando cometían un robo, no fueran recluidos en ningún centro penal, sino en una minicárcel instalada dentro de comisaría. Si trabajaban a favor de la comunidad, si el comisario, el mando de la policía del barrio, el fiscal y el juez se ponían de acuerdo, la pena disminuía.  "El índice de reincidencia es muy bajo", señala Urios, quien añade que "entre el 2005 y 2009 se ha logrado garantizar una adecuada defensa a 1.055 adolescentes en conflicto con la ley, se han promovido programas socieducativos no privativos de la libertad con un mínimo de reincidencia (7,5%) y han participado 91 instituciones públicas locales (Policía, Fiscalía, Municipios, Defensoría del Pueblo…)".

 

La Fundación ofrece formación, apoyo y ayuda a niños y adolescentes en riesgo de exclusión. El costo mensual por adolescente es tres veces y medio más barato que el sistema judicial actual basado en centros juveniles cerrados. Según los resultados de un estudio realizado en el 2008, el gasto mensual del programa de JJR es de 115 dólares por adolescente frente al que generan otros centros juveniles cerrados con medidas privativas de libertad, de 417 dólares.

 

La ociosidad es la madre de todos los problemas y gracias a programas como los que desarrolla Entreculturas, que cuenta con una importante colaboración de Inditex en su financiación, la juventud peruana va encontrando alternativas a un futuro que se planteaba como muy negro.

No es fácil ser niño ni joven en Perú, señala Xavier Urios, "un país donde cada familia ha perdido una persona en el conflicto armado". Según datos de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, cerca de 70.000 personas murieron en el conflicto armado interno.  Según el Instituto Bartolomé de las Casas, la gran discriminación que existe entre peruanos, sobre todo por razones de etnia, económica (de clase), de género etc., se convierten en serios obstáculos para conseguir salir de la exclusión. También la ausencia de cultura democrática en un país donde llegaron a producirse 200.000 esterilizaciones forzosas entre indígenas bajo el mandato de Fujimori, pendiente ahora de un posible indulto.  

Cuenta Xavir Urios que hicieron un experimento con niños de corta edad. Les pusieron música de Ennia, un grupo cuyas melodías transmiten una enorme tranquilidad, y después les pidieron que hicieran un dibujo. Todos los niños pintaron escenas violentas.

Las personas de cuyo futuro se preocupa Entreculturas, con el apoyo de Inditex, son los llamados NAJS, niños, niñas, adolescentes y jóvenes en riesgo de exclusión. Gracias a ello han incrementado el número de jóvenes que reciben atención, así como la ampliación de oportunidades que incluye la formación para el empleo y el soporte a las instituciones locales para seguir buscando mecanismos de integración. De esta manera, muchos jóvenes involucrados en su formación académica han culminado sus estudios secundarios.

Mediante el fortalecimiento de los espacios locales, como las Casitas del Niño o el Centro de Apoyo a Niños y Adolescentes Trabajadores" (CANAT), que a través de sus dos programas "Manitos Trabajando" (7 a 12 años) y "Manitos Creciendo" (14 a 18 años), brinda hoy día atención a cerca de 330 niños y adolescentes trabajadores de Piura.

'Manitos Creciendo' nació como un local donde los pequeños estibadores que trabajaban por unos céntimos pudieran descansar y asearse

Gracias a  'Manitos', o 'Manitos Creciendo' -iniciativas de los jesuitas en Perú- se han logrado promover los derechos del niño a vivir como tal, a poder jugar y a formarse. 'Manitos' surgió como una iniciativa del Padre Jesuita Juan Hernández Astudillo quien, conmovido ante la terrible situación de los pequeños estibadores -trabajaban desde los ocho años en Piura y acarreaban carretillas durante todo el día para llenar camiones de verduras o vaciarlos-, encontró voluntarios para montar locales donde pudieran bañarse, tomar un almuerzo y recibir un refuerzo escolar.  

En las instituciones de Entreculturas en Perú, y a través de las actividades propuestas -que incluyen desde la expresión corporal a los conciertos o actividades culturales o deportivas- se ha conseguido potenciar su desarrollo, afianzando su propia identidad y fortaleciendo la actividad en equipo. En definitiva, formando nuevas generaciones que llevarán una vida mejor que la que llevaron sus padres.

Sara Olivo
sara@hispanidad.com