Cómo se nota que han cambiado las cosas en la televisión pública española desde que el PSOE accedió al poder y desde que, el insigne (recuerden ese nombre) José Miguel Contreras, controla RTVE.
Vean si no el nuevo programa de debate del primer canal estrenado el lunes 4: 59 segundos. Reduciendo a ese lapso la intervención de cada representante, se consiguen varias cosas: lo primero, que no hay debate; lo segundo, que la única que habla bastante más de 59 segundos, que habla por los codos, es la que no debería hablar: la coordinadora. Por último, se consigue que los invitados no se peguen por tener la palabra, sino por el turno de palabra, para enlazar un minuto con otro y así hasta la eternidad.
Pero eso son cuestiones formales, y la forma ha nacido para no molestar al contenido más de lo necesario. No, lo importante es el contenido. El tema tratado fue el matrimonio homosexual que acaba de aprobar el Gobierno. He de reconocer que la tensión dialéctica estaba asegurada. Es cierto que los seis participantes eran partidarios del matrimonio gay, pero los matices de distinción eran formidables: dos de ellos afirmaban que no había que llamarle matrimonio y un tercero, el humorista Quique Sanfrancisco, consideraba que era una chorrada casarse, tanto en homo como en hetero.
En contra del matrimonio gay, lo que se dice en contra, no había nadie, pero es que estamos en la España oficial, la que sale por la televisión. Para ser exactos, por la monigotera salen dos España: la oficial (periodistas, intelectuales, o así, políticos, representantes de asociaciones, que no de asociados, prestigiosos científicos y famosos en general) y la España histérica (cualquier desequilibrado al que el director del espacio pueda utilizar como motivo de mofa y escarnio). Lo que no sale nunca es Juan Español, el señor corriente y moliente, sea listo o tonto, rico o pobre, guapo o feo. Es decir, que lo que no sale nunca es el 99% de la población, salvo cuando se toma el plano general de una multitud.
Pedro José Ramírez, sin ir más lejos, comenzó afirmando su firme convencimiento de que los homosexuales tenían los mismos derechos que los heterosexuales, que es algo parecido a decir que los ladrones tienen los mismos derechos que el depositante al dinero que los bancos albergan en sus cajas fuertes. A fin de cuentas, el depositante ha optado por obtener rentabilidad sin dar golpe, mientras el ladrón debe planear el golpe con esfuerzo y astucia. Su opción vital, y casi sexual, es el dinero de los impositores, la misma que la del titular de la cuenta.
Pedro Zerolo que sí está a favor del matrimonio homosexual, cosa que me extrañó mucho, dedicó sus argumentos más profundos a explicarnos que hasta 1978, justo hasta la llegada de la democracia, la mujer pasaba de la tutela del padre a la del marido, y que la situación del matrimonio heterosexual es lamentable desde hace unos 4.000 años: una mujer esclavizada, atontada y embrutecida, utilizada por el varón (mala gente el varón).
Enric Sopena vuelve a la televisión felipista, ahora zapaterista, con las mismas ansias juveniles de siempre. Así, por ejemplo, se dedicó a llevar a Pedro José la contraria, más que nada porque en el universo Sopena es muy sencill está la izquierda progresista, que es la buena, repleta de gente vanguardista, y la derecha reaccionaria, compuesta por mala gente. Así que Sopena se dedicó a ajustar cuentas con Pedro J. Ramírez, el hombre que sacó a la luz muchas de las corrupciones socialistas y que, por tanto, no sólo era mala gente, sino que dejó a Sopena sin trabajo en la televisión del PSOE.
También estaba allí, de cuerpo presente, la actriz Anabel Alonso, protagonista de la serie Siete Vidas (siete vidas que no llenarían una sola existencia). En la serie hace de lesbiana (pura casualidad, entiéndanlo), y en el debate mostró su verdadera filosofía: Si puede hacerse, ¿por qué no hacerlo?, que es lo mismo que dijo Truman antes de ordenar lanzar la primera bomba atómica sobre Hiroshima.
Quique Sanfrancisco es uno de esos humoristas seguidores del gran Jardiel Poncela y su humor del absurdo. Lo único malo de estos seguidores del humor del absurdo es que se aferran al absurdo y olvidan el humor. Pero supongo que para el cerebro del programa, José Miguel Contreras, asesor televisivo de Zapatero y controlador de la directora general de RTVE, Carmen Caffarel, Sanfrancisco representaba otra visión de las cosas.
Finalmente, estaba por allí la alcaldesa de Jerez, María José García Pelayo, una flor del jardín centro reformista del PP: Estamos a favor del derecho de los homosexuales a casarse, pero no le vamos a llamar matrimonio, sino unión civil estable, por la misma razón de que no existen abortos, sino interrupciones voluntarias, a las enfermeras las llamamos asistentes técnicos-sanitarios y a los maestros, ingenieros técnicos-pedagógicos.
Yo, qué quieren que les diga. Me quedo con Zerolo (bueno, con sus argumentos). Sus ideas no son auténticas, sus argumentos son peregrinos y un punto majaderos, pero, por lo menos, defiende la aberración del matrimonio gay estable, sin recurrir a la pedantería de llamarlo unión civil estable. No olvidemos que la pedantería es la modalidad más acuosa de la vanidad. Pedro José, sociólogo innovador, manifestó que a él le gustaría llamarlo unión conyugal, olvidando la etimología latina de la palabra.
En resumen, un debate apasionante, porque todos opinaban lo mismo sobre el matrimonio gay, pero no se ponían de acuerdo en el nombre. Ciertamente, no había nadie que defendiera la siguiente postura: el matrimonio homosexual no puede existir; la homosexualidad no es una cuestión de derecho, ni una opción sexual, es algo peor que una patología: es un pecado y una guarrada. Si el hombre común, es decir, Juan Español, estuviera presente, a lo mejor no había dicho que la homosexualidad es un pecado, pero seguramente habría dicho que es una guarrada de tomo y lomo. Y es que el hombre común, independientemente de sus creencias, tiene sentido común. La España oficial se estrella, una y otra vez, contra ese muro de sentido común y lógica primaria: el homosexual tiene los mismos derechos que el heterosexual, porque ambos son personas. Pero no tiene ninguno por el hecho de ser homosexual, salvo el de ser ayudado a salir del infierno gay. ¿Por que será que no hay nada gay en el mundo gay?
Pero es que, no nos engañemos: el hombre común, el pueblo, es muy reaccionario. Necesita ser dirigido por la élite, por Enric Sopena y los dos Pedros, sin ir más lejos, porque, de otra forma, cualquier reaccionario podría engañarles. A fin de cuentas, estamos en una democracia, y el hombre común puede resultar un peligro para la pervivencia del Sistema. En especial, del Sistema Mediático.
Eulogio López