Sr. Director:

Actualmente están  de moda las voces con tintes malthusianos en las que se pone en duda la subsistencia del planeta Tierra por falta de alimentos, y que éste va a perecer en breve espacio de tiempo por falta de los mismos, debido a un exceso de población mundial.

Sin embargo, se oyen menos voces que denuncian la política agraria de los países más ricos que penaliza ciertas producciones de alimentos, controla otras mediante monopolio y finalmente impide a los países más pobres que tengan acceso a las modernas técnicas de producción. La propia Unión Europea se cubre de gloria al fomentar la retirada de tierras y subvencionar su no cultivo o apoyar con fuertes cantidades por hectárea a aquellas tierras que dejen de ser agrícola; se prima el arranque de viñedos, sin pensar que con el zumo de uva puede alimentarse a mucha gente; también se fomenta el arranque de cítricos, sin pensar que contienen una gran cantidad de vitaminas; además se apremia su destrucción para que no se reduzca el precio por debajo de un cierto nivel.

Por lo que se refiere a cereales, frutos secos, colza, maíz, girasol, etc., se fomenta su cultivo al ser la UE deficitaria en dichos productos, pero no se ha pensado en animar las producciones de aceite de oliva en los países productores, como España, Italia, Grecia y Portugal

Realmente, en donde se notan más los despropósitos de las políticas europeas es en el tema de la lecha, ya que se está primando el sacrificio de vacas productoras e impidiendo que los excedentes sean transformados en polvo y distribuidos donde más falta haga.

He aquí la actual disyuntiva: de una parte se nos dice que hay hambre en los países pobres y de otra se fomentan políticas que tienden a producir menos alimentos. Parece como si los países más ricos estuvieran empeñados en acabar con la pobreza, acabando con los pobres.

Los expertos consideran que aunque los suelos no sean de buena calidad puede paliarse el hambre en los países del tercer mundo usando medios de cultivos modernos y semillas mejoradas, junto a la promoción de nuevas tierras para regadíos y toda una serie de técnicas subsidiarias. Salvo raras excepciones la producción por hectárea ha crecido enormemente en los últimos veinte años en todo el planeta. Así, países como Corea, Camerún; Mali y Egipto, según datos fehacientes de la FAO, que poseen gran cantidad de tierras poco fértiles, han logrado importantes tasas de aumento en las producciones de cereales. Se estima que el empleo de tecnología punta en los países de tercer mundo permitiría un incremento de cosechas que en términos generales puede llegar a un 50% sobre las anteriores producciones.

No obstante lo anterior, hay que añadir otro factor importante, como es el de la conservación de alimentos, y del que tenemos un caso relativamente reciente, como el de Rusia, en que se perdió un elevado porcentaje de producción de cereales por falta de una buena red de silos de almacenamiento.

Todo ello necesita del empuje de los gobiernos para introducir las técnicas de cultivo adecuadas, crear las infraestructuras especializadas e invertir en investigación y tecnología.

Sólo políticas eficaces unidas a las tecnologías más actuales y a una buena red de comercialización pueden liberar a la Tierra de una de las peores plagas: el hambre. Y es que, como dijo el poeta: El hambre es el primero de los conocimientos: / tener hambre es la cosa primera que se aprende.

Francisco Arias Solis

aarias@arrakis.es