El ministro de Salud, Ginés González García, anunció recientemente ante los medios de comunicación que mientras en Argentina se producen anualmente 700.000 nacimientos, existen 500.000 abortos ilegales. El dato ha generado gran conmoción social en medio de una estrategia de legalizar el aborto en Argentina.
Los pasos a seguir son ya conocidos. En España se exageró la cifra de mujeres que viajaban a Londres para abortar. Se argumentaba, entonces, que sólo las ricas tenían derecho a "gobernar su maternidad". ¡Toma eufemismo! El Partido Socialista exageró tanto las cifras que resultó que viajaban más mujeres a Londres con intención de abortar que asientos ofrecidos por Iberia -entonces la única compañía aérea- en su conjunto.
Y en Argentina ocurre lo mismo. Exagera, que algo queda. El Ministerio de Salud ha reabierto el debate: existe una realidad social que es necesario resolver. O sea, lo de "llevar a las leyes lo que está en la calle". Adolfo Suárez, dixit. El caso es que el mismo Ministerio de Salud tiene una dirección de estadísticas. Y en dicha dirección consta la muerte de 100 mujeres en 2002 por embarazos terminados en abortos naturales o provocados.
Suponiendo que dichas muertes obedezcan en un 50% a abortos provocados, significaría que, según González García, se produciría una muerte por cada 10.000 abortos. Una afirmación exagerada. Cuando en 1973 se debatía la legalización del aborto en Estados Unidos se determinó la muerte por aborto clandestino en una por cada 1.000 niños abortados. Es de suponer que desde 1973 la medicina ha evolucionado. Aún así, la cifra de abortos ilegales en Argentina sería de 50.000, un cero menos que lo señalado desde el Ministerio de Salud.
Desde la ONG cordobesa Portal de Belén se critica la exageración de las cifras del Ministerio, que califican de "agravio gratuito" a la mujer argentina. Denuncian, además, que el objetivo de esta exageración es abrir un debate artificial motivado por la decisión del Banco Mundial y del FMI de despenalizar el aborto en Argentina durante 2005. Curiosamente, ambos organismos internacionales han cobrado la deuda argentina sin quita, mientras negocian el recorte del 75% para los acreedores privados.
El Banco Mundial está empeñado en el control demográfico en los países menos desarrollados con el fin de evitar la explosión demográfica a la que se refiere Kissinger en su conocido informe, en el que alerta sobre la necesidad de promover el control natal en los países menos desarrollados con el fin de proteger el bienestar y desarrollo de las naciones más ricas.
Argentina ha sido la alumna preferida de los organismos internacionales. Y el Gobierno Kirchner está dispuesto a seguir haciendo los deberes. Sobre todo, si se trata de extender la cultura de la muerte. No en vano, ha ido colocando a sus peones proabortistas en la Corte Suprema y emprendiendo los programas de educación sexual que desgajan la sexualidad de la procreación.
Argentina se convierte de nuevo en el banco de pruebas de una cultura de unos organismos internacionales, que observan a Hispanoamérica como una amenaza en lugar de como una oportunidad. Por cierto, que menudo papelón el del director gerente del FMI, Rodrigo Rato, promoviendo el aborto por el mundo. Mientras, las contingencias judiciales acechan en casa.
Luis Losada Pescador