El jueves 16 almorzaban el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, el subgobernador, Gonzalo Gil, y el presidente de la patronal bancaria AEB, José Luis Leal. El responsable de la autoridad (monetaria, por supuesto) había llamado a capítulo por las noticias aparecidas en prensa, en las que el sector protestaba por la cobertura estadística (el famoso Foncei), unas provisiones extras que el Banco de España exige a la banca española y de la que se encuentran exentos entidades de otras nacionalidades.
El enfado del gobernador con Leal era muy simple: dentro del proceso de aplicación (a partir del próximo 1 de enero) de las nuevas normas internacionales de contabilidad (NIC o IAS, según se prefieran las siglas en castellano o en inglés) que transformarán, desde un punto de vista anglosajón, dicho sea de paso, toda la contabilidad mundial, tanto de bancos como de empresas industriales, ya habían acordado abrir un diálogo sobre el Foncei, creado en el año 2000 y verdadera espina de todo el sector. Entonces, ¿a qué viene el llevar la polémica a la prensa?
Leal informó a la parte reclamante que la patronal AEB no había filtrado nada. Había sido un banco a quien, como a todos los demás, AEB había pasado el documento que unifica todas las sugerencias del sector sobre las NIC.
Ahora bien, esto no es una pelea de salón ni un malentendido. El trasfondo es muy serio, relacionado con otras cuestiones como son las participaciones industriales de bancos y cajas, así como las prejubilaciones.
Empecemos por estas últimas. A partir del 31 de enero, se impondrá en España el sistema que ya debería haberse impuesto tiempo ha: que las empresas sólo podrán prejubilar a sus trabajadores con cargo al beneficio del año, y no a sus fondos propios. Pues bien, todos los bancos se han apresurado a solicitar al Banco de España, antes del 31 de diciembre, que les permita, por última vez, prejubilar con cargo a reservas. Algo que minora el patrimonio de los accionistas y que desvirtúa las cuentas de una empresa.
Por otra parte, las NIC todavía no son definitivas. Por ejemplo, en lo que se refiere a las participaciones industriales de la banca cabe aplicar un concepto meramente cuantitativo, en cuyo caso a ningún banco o caja le interesará poseer participaciones industriales por debajo del 20%, u otro más flexible, cualitativo.
Para un país como España que para evitar la deslocalización de empresas estratégicas aún precisa de la participación de bancos y cajas de ahorros en sus accionariados, el asunto no es baladí. Empresas como Repsol YPF, Endesa, Telefónica, Iberia o Indra están participadas por bancos.
Pues bien, ahora mismo, la clave está en el Foncei. En pocas palabras, los bancos están obligados a provisionar su morosidad de dos formas: específicas (por mora producida) y genérica (según tipos de riesgo). Pues bien, en 2000 el Banco de España añade una tercera provisión que califica de riesgo estadístico y que trata de cubrir el riesgo de los cambios cíclicos. Para hacernos una idea, bancos y cajas han dotado provisiones por valor de 19.044 millones de euros (a 30 de junio de 2004). De ellos, 10.059 millones corresponden a la banca y 8.955 millones a las cajas.
Tomemos el caso bancario. De esos 10.000 millones largos, las provisiones específicas suponen 2.008 millones de euros, mientras las genéricas se elevan hasta los 4.243 millones de euros. Pues bien, la cobertura estadística ya alcanza a 3.808 millones de euros.
Lo peor es el ritm porque, durante el último año, la banca dedicó 1.253 millones de euros a cobertura estadística, 615 millones a genérico y recuperó 301 millones de provisiones específicas, dada la espléndida bajada de la morosidad (nadie paga al banco como el español).
Ahora bien, la verdad es que las provisiones estadísticas representan un remanente contra cualquier cambio de tendencia del ciclo económico, cambio que podría producirse en cualquier momento. Si en lugar de ciclo hablamos de círculo, podríamos decir que España se aleja del ciclo virtuoso de la creación de empleo con fuerte crecimiento e inflación controlada.
Por otra parte, el Banco de España insiste en lo mucho que se ha ahorrado la banca al cargar contra reservas los despidos de prejubilados, en detrimento de los accionistas.
Ya saben: la banca no puede quebrar. Y no parece que la banca española lo haga: goza de buena salud y ha resurgido de los difíciles años 2002 y 2003 para alcanzar otra vez crecimiento de márgenes de dos dígitos.
Por el momento, el Banco de España insiste en las virtudes del Foncei, aunque los grandes bancos (uno de ellos fue quien filtró el enfado del sector y concretándolo en la AEB) se empeñen en presionar al supervisor a través de la prensa.