- Los yihadistas emplean macabras estrategias y el uso más descarnado de la violencia para aterrorizar a cristianos y yazidíes.
- Los desplazados no tienen elección: si son interceptados y no se convierten al islam están abocados al trato más degradante.
- El grupo terrorista se ha fortalecido con el armamento robado al ejército iraquí, que a su vez fue entregado por los americanos.
- El líder del EI sigue emperrado en el califato tras pedir lealtad a todas las comunidades musulmanas del mundo. Las naciones árabes no contestan.
- La inestabilidad política mantiene en vilo al país. Al Maliki se enroca en el poder, pero pide, de momento, neutralidad el Ejército iraquí.
- EEUU mueve otra ficha y envía 130 militares más a Bagdad.
Los cientos de miles de desplazados que huyen de los territorios que controla el Estado Islámico, en el norte de Irak, están desde hace días en el punto de mira de la esfera internacional. Esa tragedia ha llevado a algunos expertos, como el congresista americano Peter King, a aclarar que el Estado Islámico es ya más poderoso que Al Qaeda durante el 11-S.
Las estrategias psicológicas de los yihadistas, basadas en el uso más descarnado de la violencia, están causando la agonía y desesperación absoluta de las distintas comunidades religiosas de la región, en especial de cristianos y yazidíes.
Aunque el Estado Islámico no es un fenómeno nuevo, sí es novedoso -porque ha despertado a la opinión pública internacional- el éxodo masivo de cristianos y yazidíes, que, desde hace algunas semanas, huyen de las garras de los yihadistas. Suman ya un total de 600.000 desplazados, que han tenido que abandonar sus casas prácticamente con lo puesto. No tienen otra elección; aquellos que deciden quedarse en sus hogares y son interceptados por las células yihadistas están abocados al trato más inhumano. Los niños son obligados a luchar, esclavizan a mujeres y, entre tanto, ejecutan selectivamente siguiendo las prácticas más crueles: fusilando en masa, arrancando la cabeza...
En solidaridad con los cristianos perseguidos y asesinados, llevan semanas difundiéndose por la red social Twitter diversos hashtags, como #WeAreCristians, #YoSoyNazareno o #PrayForChristians.
No es malo refrescar algo la memoria. El Estado Islámico (EI) empezó a funcionar después de que los estadounidenses dieran caza en 2006 al líder de Al Qaeda en Irak (AQI), el militante jordano Abu Musab al Zarqawi. Entonces, los miembros de AQI se unieron a otras milicias para formar el Estado Islámico de Irak. A pesar de que inicialmente logró ser sofocado por las tropas de EEUU, este grupo radical cogió oxígeno entre 2011 y 2013, durante la guerra civil de Siria. Lograron el apoyo de parte de la oposición siria y cambiaron, en consecuencia, sus siglas. Comenzó a operar el Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL). En junio de este año, bajo la mirada atónita de occidente, el EIIL se hizo con Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak. Ningún agente internacional decidió intervenir, por creer que se trataba de un grupo fanático y reducido. En aquel momento, según estima Frank Gardner, corresponsal de seguridad de la BBC, el ya llamado Estado Islámico (EI) contaba en sus filas con 800 combatientes.
Sin embargo, la situación ahora es muy distinta: suman ya 15.000 militantes, se han fortalecido con el armamento robado al ejército iraquí, entregado por los americanos, y se calcula que tienen acceso a un total de 2.000 millones de dólares, procedente principalmente de donaciones privadas, secuestros y robos. Dirigidos por Abu Bakr al Baghdadi, proclamaron el primer día de Ramadán la instauración del califato en las regiones de Irak sometidas bajo su control y exigen la lealtad de todas las comunidades musulmanas del mundo. Las naciones árabes, lógicamente no se pronuncian. El temor es tal que el presidente del subcomité de Contraterrorismo del Congreso, Peter King, alarmó, en declaraciones a la cadena NBC, que "ahora ellos son más poderosos que lo que era Al Qaeda durante el 11-S".
Y, por si no tuvieran poco, la crisis política continúa desestabilizando Irak. El ministro en funciones Al Maliki, aislado por EEUU, Irán y gran parte de la población suní, chií y kurda de Irak, se enroca en el poder y ha asegurado esta mañana en un discurso televisado que no dejará su cargo a no ser que se lo ordené el Tribunal Federal Iraquí. Conviene recordar que Al Maliki tiene una gran influencia sobre el ejército iraquí, aunque de momento pide a las Fuerzas Armadas neutralidad. Desde Washington continúan moviendo ficha y el secretario de Defensa, Chuck Hagel, anuncia el envío de 130 militares más a Irak para combatir al Estado Islámico.
Daniel Esparza
daniel@hispanidad.com