Sr. Director:
De sobra es sabido que a doña Letizia le inquieta mucho lo que se diga o no de ella. En sus continuas apariciones va dejando mensajitos a los que opinan desfavorablemente de ella. Al camarero de Toledo le dijo que hiciera llegar a la prensa que había repetido cochinillo, por aquello de la posible anorexia, y ahora a Peñafiel le riñe medio en serio, medio en broma, por sus artículos y comentarios.
Una Reina no tiene que estar excusándose continuamente ante nadie, y si no que le pregunte a su Príncipe, quien, con todo lo que le ha llovido, se abstiene de hacer comentarios al respecto. Doña Letizia está en el ojo del huracán y eso ella, que es tan lista, debe saberlo, pero no implica que baje al trapo. Debe APRENDER de los que la rodean y eso es lo que el pueblo no percibe.
Pasan los meses y sigue igual. Es más, no puede evitar esa imagen fría y distante que refleja. Su pasado pesa mucho y toda esta historia nos la han vendido forzada y de prisa y corriendo. Los españoles han visto este teatro desde primera fila, pero, con la operación mediática de "lavada de cara" que se está haciendo para que todo salga brillantemente el 22-M, pronto olvidaremos sus comienzos. Doña Letizia, fíjese que ya ha impuesto su moda y su nombre entre las clases exquisitas de este país, esas mismas que le vitorearán a usted y su familia política el día de su boda.
Pilar Nieves
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